Hemisferios: el artista en rebeldía / Silvia Gruner en el museo Amparo

María Virginia Jaua

Publicado el 2017-02-12

Del 29 de octubre de 2016 al 30 de enero de 2017 se pudo ver una amplia muestra de la obra de la artista mexicana Silvia Gruner, titulada Hemisferios: apuntes para un laberinto. La del Museo Amparo de Puebla fue una exposición mucho más extensa que la que se presentó en America's Society de Nueva York a principios de 2016.

Antes de entrar propiamente en el análisis de algunas de las obras presentadas, es necesario apuntar que la organización de la muestra se distribuyó de la siguiente manera: la entrada a la exposición con el video “Centinela” (2007); la sala “Hemisferios” en la que vemos esta videoinstalación de 2014 pero también otras piezas interesantes como “Re-start” (2014) una animación sobre el acto de tejer o “Desnudo desciende” de 1986, una reapropiación en super 8 del desnudo duchampiano.

Otra sala es la que incluyó el video “Instinto” (2002), la serie fotográfica “Bauhaus para monos” (2011) y el magnífico video “500 Kg de impotencia (o posibilidad)” (1998) que registra la inmersión del collar de piedra gigante en la bahía de San Diego, una de las más emblemáticas de la artista. Otra sala, es la que albergó “Inventario” y junto con ella se podía ver la instalación “El nacimiento de Venus”, “Collar de Antigua” (1995) y “Natura Cultura” (1996).

 

Aunque el erotismo está presente en casi todas las piezas de Gruner, en la sala más extensa de la exposición, se compilaron obras en donde el contenido erótico es bastante explícito, algunas muy tempranas como “Desnudo con alcatraces” y “El pecado original” ambos de 1986. Cargados de erotismo pero también de sentido del humor los videos: “Cupido errado” (2010), “Lazy Susan” (2000) y “Table garden” (2001); además de la serie de fotos “Nostalgia por la materia” (2013) y el gobelino “¿Eres?” (2003). Cierra la sala el video “Un chant d'amour” (2004) (se puede ver aquí en Máquinas de visión).

A manera de epílogo, se montó en una sala aparte, otra de las piezas clave en la obra de Silvia Gruner, la videoinstalación de “Away from you” (2001) en la que la artista recorre una piscina a nado.

Hay que agradecer a las curadoras Gabriela Rangel y Tatiana Cuevas por el esfuerzo y el empeño en presentar el resultado de bastantes años de trabajo de una artista, que más conozco y más me adentro en su trabajo, más se me revela como un ser absolutamente rebelde, reticente, indomable.

Quizás, me digo a mi misma, ese debe ser el temperamento de alguien que dedique su vida a producir arte, para bien y/o para mal del oficio del curador y no la absoluta sumisión, por no decir borreguismo en el que languidecen la gran mayoría de los artistas, con tal de que un comisario les dedique algo de atención.

Es curioso también como este carácter de Silvia Gruner presenta sus contradicciones: por un lado, ella quiere ser (es) indomesticable y por otro, muchas de sus piezas laboran en y con lo doméstico y eso hace que al final ellas (las obras y por lo tanto la artista de alguna manera también) terminen por doblegarse, (como los objetos cotidianos aceptan el peso de su uso diario); pero, quizás, con la pequeña satisfacción de haber dado la batalla y una gran batalla. Esta contradicción y esta rebeldía están presentes en prácticamente todas las piezas, desde las más tempranas hasta las más recientes.

Una de las piezas que para mi mejor ilustran esta potente contradicción es la videoinstalación “Inventario” de 1994. En la que vemos parte de la fachada y la entrada de una casa muy humilde de México. Suponemos que la artista está de pie con su cámara frente a la puerta y de esa intimidad a la que no tenemos acceso, salen alternándose, un hombre y una mujer de origen indígena, quienes presentan ante la cámara los más sencillos utensilios de uso doméstico y de la vida rural del altiplano mexicano. No solo presentan el objeto sino que dicen, según el caso, si fue de la abuela o del abuelo y para qué se utiliza. Qué función tiene en sus vidas: desde una piedra para moler, un zacate, un arado, una silla, un jabón gastado, una cazuelita, una taza, un rodillo, una veladora, un costal con botellas, un canastito de clavos, elotes secos para encender el fuego, unas caritas prehispánicas encontradas hasta una escoba y un sin fin de cosas. Todo lo que hay en la casa es presentado e inventariado.

La pieza es de una sencillez y de una desnudez tan grande y elocuente como el umbral de la casa por la que aparecen el hombre y la mujer que la habitan. Su manera de presentar cada uno de los objetos es de una inocencia y al mismo tiempo de una dignidad que termina siendo demoledora. Hay tanta autenticidad en cada uno de los objetos inventariados (a su manera ellos también hablan) que aniquilan todo lo que los rodea, incluyendo el resto de las obras con las que constelan en la misma sala.

La otra pieza, central dentro de la muestra, que también ilustra esta contradicción es otra videoinstalación: “Hemisferios”. Hace un par de años escribí un pequeño texto sobre la pieza, digamos “original”, porque precisamente da origen a la que se presenta dentro de esta muestra y que hasta ahora no había visto. (Si usted desea leer el texto sobre aquella intervención hacer click).

Mientras que lo que se presentó, en la muestra del museo Amparo, es digamos la contraparte de la acción directa de la intervención que la artista llevó a cabo en los jardines y en la intimidad de su casa; imposible de reproducir o de trasladar y que solo se pudo visitar durante unos pocos días. En el museo se trata de una obra que ya no implica la acción del cuerpo, que podría ser el mío, sorteando la madeja de hilos, sino su retirada.

Es el fin de la pieza lo que conforma la pieza, su deshacerse, su retirada. Vemos entonces a un hombre recoger en un ovillo los muchísimos metros de hilo rojo que entretejían los hemisferios de la casa: sus dos jardines.

Cuidadosamente filmada y montada, la obra se presenta en dos pantallas: dos hemisferios, dos jardines, el jardín de la entrada y el jardín interior. El hombre va enrollando con tanto cuidado y con tanta meticulosidad el hilo con unas manos enormes que resulta estremecedor descubrir cómo con esas manos tan grandes -que podrían acusar torpeza- sostiene el ovillo con tanto esmero, casi como si fuera un bebé. Sorprende la meticulosidad que vuelca en la tarea, para no romper una sola rama, para no hacer caer ninguna flor. La obra es casi un ejercicio de meditación zen.

Pero también es la desmaterialización de la obra. Ella tejió los hilos, él, es quien los desteje y los regresa al “carrete”.  Después de haber experimentado la intervención in situ, nunca pensé que recoger un hilo pudiera convertirse y dar lugar a una obra que siendo la misma es completamente otra y que al mismo tiempo posee una fuerza y un discurso completamente distintos.

Descubro ahora mismo, escribiendo este texto, otra correspondencia con “Inventario”. El hecho de que la historia de alguna manera tenga dos versiones: una masculina y otra femenina: dos hemisferios, dos visiones y dos versiones del mundo y también dos sensibilidades.

Esta reflexión sobre lo masculino y lo femenino presente en muchas de las piezas de Gruner me lleva también a otro de los episodios de rebeldía de la artista. Cuando en algún momento de la presentación del catálogo replicó a una de las presentadoras que no estaba de acuerdo con ese afán de que se quisiera leer su trabajo estrictamente en clave feminista o de género.

Es verdad que muchas de las categorías que se utilizan ya no digamos en la curaduría sino en la academia suelen ser hasta cierto punto limitantes y entiendo que la artista se resista, pues también de alguna manera la categoría, la etiqueta, la clasificación, que al final no es otra cosa que el archivo, significa también la muerte. De ahí que una artista como Gruner tan activa, tan productiva y, quizás, en uno de los mejores momentos de su madurez como artista y como mujer, se resista a ser materia “archivable”.

Ahí vemos dos visiones encontradas, dos hemisferios confrontados: el de la artista y el de las curadoras en lo que al final pudo ser una discusión que ha dado lugar a una muestra del trabajo de una artista sólida desde sus inicios y siempre sorprendente, precisamente por su libertad, por su exigencia y por el carácter rebelde de esos hemisferios siempre en un conflicto productivo.