Caracas: dos o tres cosas

Ugo Ulive

Caracas: dos o tres cosas (1969) del cineasta, actor, director de teatro, escritor y dramaturgo uruguayo-venezolano Ugo Ulive (Montevideo, 1933 - Caracas, 2018), es la cuarta entrega del nuevo ciclo en el que presentamos piezas en las que el texto es fundamental por el sentido que le otorga a la imagen. 

En esta ocasión queremos rendir un sentido homenaje al autor uruguayo-venezolano, que murió en Caracas el pasado 25 de noviembre. Ugo Ulive, creador de películas y piezas teatrales arriesgadas y vanguardistas, tuvo una gran influencia en la escena cultural venezolana y suramericana.  Este creador fue un punto de referencia crucial para el teatro durante los años en que la ciudad ocupó un lugar preeminente, gracias a la efervescencia de sus escenarios y de sus festivales internacionales.


Leonardo Azparren apunta en su libro sobre el teatro en Venezuela: 


“Ulive dio unidad a los tres espectáculos suyos, a los que me referiré, porque creó un lenguaje y una temática escénicos progresivos, a través de las obras de Samuel Beckett, Heiner Müller y Hölderlin. Beckett hoy (1985), La máquina Hamlet (1986) y La muerte de Empédocles (1988) fueron puestas en escena con una nueva visión lingüística e ideológica. Su discurso personal, correlacionado con los tres autores, mostró un exigente autor escénico con pensamiento e interrogantes personales: la situación del creador, la acción de la política y la búsqueda de un lenguaje, que hicieron caducos los diagramas miméticos de la puesta en escena venezolana. Con tres autores negados a complacer el gusto habitual del espectador, creó una teatralidad casi irrepetible que exigía un cambio de actitud e ideológico sobre la práctica teatral; en síntesis, liberó la puesta en escena venezolana de manera definitiva del mimetismo y reveló nuevas dimensiones referenciales de la escena, decisivamente más artísticas.” (1)


Para muchas personas el recuerdo de estos montajes sigue estando muy presente. Quienes tuvimos el privilegio de ver alguno no olvidamos la emoción, la potencia y la fascinación de la puesta en escena, la dirección y las actuaciones. Podríamos decir que entendimos que había “otras formas” de representar textos e ideas, de asumir la teatralidad, allí en una pequeña sala de teatro de Caracas.

Y es a esta ciudad a la que se acerca Ugo Ulive en el pequeño film que presentamos. Su realizador llegó a la capital de Venezuela en 1967 con la idea de quedarse solo tres meses y finalmente se quedó una vida.

Antes de Caracas vivió en Montevideo —la ciudad en la que nació e inició su formación y práctica— y en La Habana —en donde dirigió el Teatro Nacional de Cuba y fundó la Escuela Nacional de Artes Dramáticas. 

El film Caracas dos o tres cosas está montado para ser leído en diversas direcciones y en los diversos entrecruces entre la imagen y el texto. Dicho texto, conformado por la banda sonora, resulta algo complejo e híbrido y percibimos que ha sido escrito por una mano que primero se desplaza por el dial de la radio, que se detiene en una radionovela —el género preferido antes de que la televisión le pusiera cara al drama—, en la emisora de "amplitud modulada" Radio Rumbos y su popular noticiero, en el que siempre sonaba una marimba que marcaba “la pausa sonora” entre una noticia y otra o para imprimir un mayor énfasis y dramatismo al relato noticioso. También se escuchan fragmentos de canciones y campañas publicitarias o políticas: “con la ayuda de la empresa privada lograremos una patria mejor y un futuro promisorio”. La voz del locutor también nos recuerda cuánta deuda se ha acumulado en promesas repetidas y no cumplidas. 

El texto continúa luego como sonido directo y la mano pasa al micrófono, las apuestas de caballo, que en Venezuela se conocían como “el 5 y 6”, el testimonio de una monja sobre los milagros de José Gregorio Hernández (2) y, finalmente, la canción Boda macabra, cuya letra es un poema del venal sacerdote venezolano Carlos Borges Requena, un personaje contradictorio, sacrificado y lascivo, licencioso y trepador. (3)

El sentido del humor y el juego entre texto e imagen están presentes a lo largo de los casi dieciséis minutos del corto. Las contradicciones que siempre atravesaron Caracas, el tráfico, los ranchos (las chabolas), la pobreza, los retratos, la religión del juego y el juego de la religión, la mentira, el contraste, la moderna silla giratoria junto a la falta de agua y, finalmente, la vida y la muerte que la caracterizan, como una perversa continuidad. 

Resulta curioso, casi una broma, que Ugo Ulive naciera y muriera el mismo día que nació Carlos Borges Requena, un 25 de noviembre. Otro juego de números y cifras que se suma a a las mujeres sin nombre, las noticias, las promesas, los autos, los muertos y el número de milagros del santo médico local que hace que se formen filas de gente a la espera de un golpe de suerte y de un nuevo milagro.

En este film Ulive apuntó dos o tres cosas, incluso algunas más, sobre una ciudad que no ha dejado de producir contrastes y significados, que se ha mantenido viva en un ascendente culto a la muerte. Una ciudad que para los que nacimos, crecimos o vivimos en ella es como una mina: un lugar que da y quita, una explosión, un agujero brillante, una promesa constante de riqueza, nuestro álbum de retratos, nuestra fiesta y también nuestro cementerio. 

Todo esto se respira en la pieza que construyó Ugo Ulive con lo que el llama los “descartes de un film inconcluso”. 


Notas:

(1) El teatro en Venezuela: ensayos históricos de Leonardo Azparren Giménez. Alfadil Ediciones, Caracas, 1997. 


(2) http://bibliofep.fundacionempresaspolar.org/dhv/entradas/h/hernandez-jose-gregorio/


(3) http://bibliofep.fundacionempresaspolar.org/dhv/entradas/b/borges-requena-carlos/

Boda macabra es un poema de Carlos Borges Requena. La música se atribuye al cubano Alberto Villalón. La interpretación más conocida es la de Julio Jaramillo y se titula “Bodas negras”. 

Boda macabra


Oye la historia que contóme un día
el viejo enterrador de la comarca:
Era un amante a quien por suerte impía
su dulce bien le arrebató la Parca.
Todas las noches iba al cementerio
a visitar la tumba de la hermosa;
la gente murmuraba con misterio:
“es un muerto escapado de la fosa”
En una noche horrenda hizo pedazos
el mármol de la tumba abandonada,
cavó la tierra y se llevó en sus brazos
el rígido esqueleto de su amada.
Y allá, en su triste habitación sombría,
de un cirio fúnebre a la llama incierta
sentó a su lado la osamenta fría,
y celebró sus bodas con la muerta.
La horrible boca la cubrió de besos,
el yerto cráneo coronó de flores,
ató con cintas sus desnudos huesos,
y le contó sonriendo sus amores.
Llevó la novia al tálamo mullido,
se acostó junto a ella enamorado,
y para siempre se quedó dormido
al esqueleto rígido abrazado.

Selección y texto de Ángela Bonadies.