Tal vez no vivamos tiempos tan interesantes (pensando en ecología política en la 58 edición de la Bienal de Venecia)

Blanca de la Torre

Publicado el 2019-05-19

“Pero en los espacios de oscuridad entre las estrellas muertas, fulgurantes, había estrellas que yo no podía ver, estrellas que todavía existían y daban una luz que aún no me había llegado, estrellas, aunque vivas y luminosas, para mí sólo presentes como intersticios vacíos. Su luz llegaría un día a la Tierra, mucho después de que yo y toda mi generación y la generación siguiente se hubieran desprendido del tiempo, quizá mucho después de que la raza humana misma se hubiera extinguido. Mirar esos espacios oscuros era atisbar directamente el futuro.”

Teju Cole, Ciudad abierta, 2012.

La maldición china “May you live in interesting times” (Que vivas tiempos interesantes) es la cita elegida por Ralph Rugoff, para titular su propuesta curatorial para la 58 Bienal de Venecia. A diferencia de las “plegarias atendidas” de Santa Teresa, en las que se planteaba una relación de causalidad con nuestros deseos, la cita elegida por Rugoff se cimenta en la ambigüedad de qué, o quién, sería esa fuente de interés, lo que se enfatiza en su planteamiento al afirmar que la propuesta “nos invita a considerar puntos de vista desconocidos, y a discernir los modos en que “orden” se ha convertido en la presencia simultánea de diversos órdenes.”

Otro aspecto a destacar es que esta “maldición china” en realidad es un apócrifo construido en el imaginario imperial y colonial británico. Puede que el menor porcentaje de artistas de procedencia europea sea un guiño, aunque se podría debatir acerca de importantes matices como las áreas de desarrollo profesional de los restantes. 

Estos elementos generan una vaguedad en el discurso, característica común a otras citas similares, que en esta ocasión ha sido estructurado a partir de una distribución “pseudoespecular”, entre el Arsenale y los Giardini, en una propuesta según la cual todos los artistas exponían en ambos espacios, bien con obras diferentes o de una misma serie. El comisario denominó a estas “Propuesta A” a la desplegada en la primera, la antigua fábrica de cuerdas, y “Propuesta B” en il Giardini di Castello. 

Uno de los focos temáticos, tanto en la multiplicidad de “órdenes” propuestos por Rugoff como en los pabellones “nacionales”, podría dar pie a una posible narrativa en clave de “ecología política”, a través de una suerte de glosario un tanto anárquico, a pesar de todas las fricciones, fragmentaciones y ausencias que este intento pueda suponer. 

Sin ánimo de excluir la polisemia de las producciones artísticas que se comentarán a continuación, en el presente texto  intentaré no perder de vista la latencia de la contradicción que subyace en el hecho de hablar de problemáticas medioambientales en un evento cuya alarmante huella de carbono sería interesante cuantificar. 


Turismo/paraíso

Venecia es uno de los lugares en los que toman una forma más visible las problemáticas que genera el turismo, un factor que, junto a las propias características urbanísticas de la ciudad y su humedad han hecho que la ciudad se vuelva inhabitable en un futuro cercano. Unos 20 millones de turistas la visitan cada año y se calcula que en torno a 2030, no quedará ningún residente en el centro histórico.

Por ello, el pabellón de Lituania, ganador del León de Oro resultó ser tan pertinente. Lina Lapelyte, Vaiva Grainyte y Rugile Bardzdziukaite, Sun & Sea (Marina), 2019, obligan al espectador a asomarse a un balcón desde el que se visualiza una playa artificial como escenario de una suerte de opereta. En ella, los veraneantes cuentan sus problemas en clave musical, desde los más mundanos hasta principalmente las catástrofes naturales y otros asuntos ecológicos que les preocupan.

Ya en tiempos de Canaletto, tras las imágenes idílicas del Gran Canal se puede encontrar un constante y masivo flujo de artistas, aristócratas e intelectuales. Lo cual revela que la condición turística de la ciudad se remonta al Renacimiento.

Detalle del pabellón de Lituania

Detalle del pabellón de Lituania

Junto a la idea de turismo se ubica la de vacaciones y búsqueda de paraísos de desconexión. En el Arsenale, en la instalación de Nabuqi Destination, 2018, una palmera atraviesa lo que parece ser una lona publicitaria con la impresión de una playa tropical. El choque entre la virtualidad y lo “real” nos remite rápidamente al fetichismo de las vacaciones desarrollado dentro de la llamada sociedad del ocio. Este concepto relativamente reciente fue acuñado por el economista Thorstein Veblen que en 1899 publicó el icónico libro La teoría de la clase ociosa. En él afirma que la sociedad actual no es más que una variación de la antigua vida tribal, oponiéndose así a la visión de otros economistas contemporáneos que definían el ser humano como gente racional a la busca de maximizar su placer. Veblen utilizó el término emulación para describir estas supuestas acciones de imitación a los miembros más respetados del grupo a fin de ganar más estatus. 

Nabuqi, Destination, 2018.

Nabuqi, Destination, 2018.

La visión “paradisiaca” propuesta por Nabuqi se transforma con el gesto perturbador de romper la impresión con una palmera real, una “incursión” en lo real que nos acerca a aquellos discursos planteados por Slavoj Žižek en Bienvenidos al desierto de lo real. Hace ya más de una década, Žižek hacía referencia a la película El show de Truman de Peter Weir y a Time Out of Joint de Philip K. Dick, para plantear que el paraíso del consumo capitalista en su hiperrealidad, de algún modo es irreal, insustancial, privado de toda inercia material. Según el pensador esloveno, la última verdad de la desespiritualización del universo del capitalista utilitario es la desmaterialización de la propia “vida real”, su inversión en un show espectral. 

La noción del paraíso como espacio de conflicto no es nueva; incluso si pensamos en el tópico literario del Locus Amoenus, ese edén idealizado retratado por autores tan diversos como Homero, Virgilio, Bocaccio o Shakespeare, que, por el contrario, mostraba su naturaleza violenta en obras como las Metamorfosis de Ovidio o en El paraíso perdido de Milton. Milad Doueihi, en su libro Earthly Paradise. Myths and Philosophies hace un estudio de los usos del Paraíso a través de momentos clave de la filosofía occidental. Como resultado, plantea la cuestión de si realmente el paraíso es la fuente del error humano o una visión utópica de la humanidad misma.


Distopía

Los paisajes distópicos también han sido habituales en el evento. Desde el escenario industrial como telón de fondo del vídeo del pabellón albanés, al pabellón de Filipinas, un tanto efectista y no exento de cierto vértigo. Proponía éste al espectador subirse descalzo a una estructura que, gracias a un juego especular, proporcionaba una visión de un posible futuro desangelado, oscuro e inhóspito.

También con esta pátina apocalíptica y jugando con la ficción especulativa se mostraba Dinamarca con Heirloom (2018) de Larissa Sansour a través de una historia que se desarrolla en Bethelehem tiempo después de una catástrofe ecológica. En un vídeo de dos pantallas se muestra la relación entre una mujer mayor dueña de un invernadero subterráneo y su joven cuidadora. Será esta última la responsable de repoblar el planeta tras la hecatombe, en una poética oda que apela a nuestra responsabilidad individual y colectiva.


Océanos


TBA21 Academy lanza su nueva iniciativa Ocean Space, plataforma transdisciplinar cuyo programa gira en torno al estudio del océano, durante la Bienal. Ubicada en la antigua iglesia de San Lorenzo, Joan Jonas sorprendía con dibujos de enormes peces que dialogaban con vídeos sobre el océano y algunas de sus criaturas marítimas. Una suerte de oda a un paisaje marino en vías de desaparición, como el que encontrábamos en el pabellón de Francia. En este, una cuidadosa puesta en escena invita a modo de prólogo al visitante a adentrarse en un fondo del océano cubierto de restos, plásticos, botellas, animales muertos y numerosos teléfonos móviles, que va acompañado de un onírico y envolvente film en el que se pueden reconocer retazos del escenario anterior.

Joan Jonas, Ocean Space.

Joan Jonas, Ocean Space.

En el lírico film de Cyprien Gaillard Ocean II Ocean, 2019, el mar es inundado por vagones del metro de Nueva York que son lanzados al fondo del océano y cuyos interiores el artista filma bajo el agua a modo de fósiles antropogénicos.

Anicka Yi continúa su investigación de instalaciones odoríferas que combinan materiales biológicos en descomposición. A través de Biologizing the Machine (tentacular trouble) 2019, establece una conexión entre el mar y el origen de la vida humana. 


Corales

Los arrecifes de coral, conocidos como los “bosques tropicales del mar”, resultan un atinado termómetro clave para la salud de la Tierra, por lo tanto, el carácter premonitorio de la decoloración de los corales es una de las epidemias que amenazan al planeta.

Ya en la cumbre de Río de 1992, los arrecifes de coral se convirtieron en un símbolo de la biodiversidad marina. Muchos años después, el objetivo aspiracional —y demasiado optimista— del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura a 1,5 grados no ofrece un escenario de alivio y terminará con más de tres cuartas partes de los corales del planeta. En 2016, el 90% de los corales de la Gran Barrera de Coral se decoloraron, de los cuales el 20% murió.

Donna Haraway ha mostrado su interés por las figuras tentaculares y ha trabajado con biólogos marinos y una población de corales en el Long Marine Laboratory en Santa Cruz, California. Son estos estudios, entre otras cosas, los que la llevaron a acuñar términos como el “Chtuluceno”, que en ocasiones se ha asociado un tanto erróneamente al ámbito de la ciencia ficción:

 “(…) this unfinished Chthulhocene must collect up the trash of the

Anthropocene, the exterminism of the Capitalocene, and make a much hotter

compost pile for still possible pasts, presents, and futures.”(1)


Dentro de esta línea podemos enmarcar Crochet Coral Reef, un delicado universo de corales de ganchillo realizado por las gemelas australianas Christine y Margaret Wertheim. En esta obra colaborativa se vislumbra por un lado, la precisión en el manejo de una técnica que ambas han practicado desde niñas, alentadas por su madre, una de las pioneras del feminismo australiano; por otro, el trabajo de Margaret en sus artículos científicos publicados en The Guardian o en New York Times.

Christine y Margaret Wertheim, Crochet Coral Reef. (detalle)

Christine y Margaret Wertheim, Crochet Coral Reef. (detalle)

Islas

La inminente desaparición de muchos territorios insulares debido al cambio climático está presente en el pabellón de la Isla de Kiribati, así como en la obra Manora Field Notes de Naiza Khan que representa a Pakistán por primera vez en la Bienal. Las esculturas de latón de ésta reflejan el entramado de problemáticas ecológico-sociales que han llevado al decaimiento de la isla de Manora y son reflejo de otras tantas que tienen lugar en la mayor parte de las islas del sur global.

Ambos trabajos recogen algunas de las reivindicaciones de la Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS), una coalición de 44 países insulares de tierras bajas y pequeñas dimensiones que son particularmente vulnerables a la subida del nivel del mar. Los países de la AOSIS, unidos por la amenaza que el cambio climático representa para su supervivencia, fueron los primeros en proponer un proyecto de texto durante las negociaciones sobre el Protocolo de Kyoto, en el que se pedían recortes en las emisiones de dióxido de carbono, con el fin de lograr para 2005 niveles que fueran un 20% inferiores a los de 1990.

Aeroceno

En el exterior del Arsenale, las voces del mar se hacen audibles, sus formas de vida y su lamento en Acqua Alta: en clave de sol, 2019, de Tomás Saraceno. El compromiso del artista con la atmósfera le ha llevado a acuñar el término Aeroceno, y crear una comunidad interdisciplinar bajo el paraguas de la Aerocene Foundation. Su propuesta, a través de sus ya características nubes geométricas flotantes, propone la energía solar y el potencial del ser humano para volar como los mecanismos más revolucionarios de nuestra era. Mientras en el espacio del Giardini, Saraceno propone un pabellón no humano, donde las protagonistas son las arañas. Con esto busca incidir en la acelerada desaparición de éstas y de otros insectos y seres invertebrados, en la que se conoce como la Sexta Extinción masiva.


Extinción

Muchos de los análisis de crisis ecológicas concluyen que estamos en un punto de no retorno, como las esculturas de grandes animales en extinción de Jimmie Durham en el Arsenale, o el listado interminable de objetos que ya no existen o están en camino de desaparecer con los que Dane Mitchell construye Post Hoc su obra en el pabellón de Nueva Zelanda. Un listado impreso en el pabellón que se iba leyendo y retransmitiendo en altavoces escondidos a lo largo de la ciudad. 


Gestión de residuos y hábitos de consumo

La noción de la sociedad del desperdicio nos recibe a la entrada del pabellón central de Il Giardini con las bolsas de basura talladas en mármol de Andreas Lolis. Mientras que en el Arsenale, los objetos reciclados y el uso de telas de ropa de segunda mano son el sello de Yin Xiuzhen, con las que generalmente realiza instalaciones esculturales. Su trabajo Trojan, 2016-17 utiliza estos materiales para hablar de las consecuencias de la globalización, y especialmente de la contaminación por el consumo masivo asociado a la industria de la moda y la conocida como cheap fashion, con las terribles consecuencias medioambientales y sociales que conlleva.

Reciclaje, objetos encontrados… y racismo ambiental

Arthur Jaffa, ganador del león de oro como mejor artista en esta edición, también trabaja a partir de material encontrado. Big Wheel I,II y III consiste en gigantescas ruedas envueltas en cadenas, que podrían remitir a la industria automovilística y el uso de recursos fósiles, pero también podría relacionarse con lo que se conoce como racismo ambiental, una oleada que tuvo su origen en EEUU, lugar de origen del artista afroamericano que ha tomado el segregacionismo de su país como eje central de su cuerpo de trabajo. Es precisamente Estados Unidos uno de los epicentros de los llamados Movimientos de justicia ambiental, que pone en relación el medio ambiente y lo social —clase, género, raza—, entre los cuales destaca el conocido como NIMBY (Not in my Backyard/no en mi jardín), surgido en oposición a tendencia nada casual de ubicar residuos nucleares y todo tipo de sustancias tóxicas e industrias contaminantes en zonas de población mayoritariamente afroamericana.

Por otra parte, Augustas Serapinas construye Vygintas, Kirilas & Semionovas (2018), con bloques de las ruinas de una zona radiactiva, una antigua planta nuclear de Ignalina, en Lituania, cuyo resultado es una hermosa escultura de carácter brutalista.

También la artista mexicana Teresa Margolles (que obtuvo una mención especial del jurado de esta edición) hace uso el reciclaje y la reconversión —de objetos e imágenes— dando forma a la violencia desde la evidencia de la huella. En Arsenale a través del muro de cemento agujereado por balas, escenario de cuatro asesinatos, y en el Giardini a través de los vidrios con los restos de carteles de mujeres desaparecidas en Juárez, intensificados por el angustioso sonido del tren. Hace unas décadas el pensador anarquista Murray Bookchin, precursor de la ecología social, fue de los primeros en señalar la relación entre la violencia humana y la ejercida sobre el medioambiente. Se propone así un relato posible que apela a una revisión de la condición humana y a la necesidad de multiplicar las preguntas, ya que en, palabras de Rosi Braidotti, “si el poder es complejo, difuso y productivo, así debe ser nuestra  resistencia a él”. (2)

No podemos pasar por alto el “material encontrado” más polémico del evento, el barco que Christoph Büchel ha trasladado al exterior del Arsenale, reminiscencia del mayor naufragio sucedido en el mediterráneo, en abril de 2015, en el que perdieron la vida 800 inmigrantes. Más allá de los dilemas morales que ya se han puesto sobre la mesa en todas las reseñas de la Bienal, tanto con ésta como con las demás obras que componen este ensayo se busca evidenciar que los conflictos ecológicos nunca son solo medioambientales, sino que no se pueden extrapolar a las complejas relaciones económicas, sociales, políticas y coloniales que subyacen tras aquellos.


Futurología

O Estudios del futuro, es un campo de conocimiento interdisciplinar encargado de la búsqueda de patrones que permitan el estudio de los futuros posibles, probables y preferibles. El hecho de haber sido promovido por el ejército estadounidense y de que en la actualidad, sean las grandes corporaciones las que invierten en este tipo de estudios, nos lleva a la necesidad de reapropiarnos del término de la construcción de escenarios y futuros.

En su habitual línea cercana a la ciencia ficción, Dominique Gonzalez-Foerster nos propone Cosmorama, una visión de marte a través de un diorama, inspirada en obras literarias como Las crónicas marcianas y El hombre ilustrado de Ray Bradbury, junto con las descripciones románticas del planeta rojo propias de Leigh Brackett.

Un escenario similar nos encontramos en Syncronicity (2018), en el que el artista tailandés Apitchapong Weerasethakul parece haber dado tres dimensiones a uno de sus envolventes vídeos con el fin de que el espectador pueda introducirse en las atmósferas oníricas que propone. La instalación, realizada en colaboración con el artista japonés Hisakado Tsuyoshi, nos ofrece una experiencia multisensorial que conjuga escultura, luz, paisaje sonoro y film. Un collage de imágenes que invita a la libre interpretación, desde un paisaje de sol y montañas, a la imagen de un fuego que se superpone a la de una anciana que sufre alucinaciones mientras duerme.

Por su parte, This is the Future de Hito Steyerl en el Arsenale presenta una visión apocalíptica: “Entering the future is a massive health hazard.”, recita una voz en off que intensifica la inquietud de esta instalación digital. Su habitual sentido del humor se va acidificando en un laberíntico jardín del futuro de reminiscencias venecianas, realizado mediante el uso de tecnología de inteligencia artificial.

Indigenismo

Canadá destacó por la primera presentación de arte inuit en su pabellón, con el colectivo ISUMA (cuyo nombre significa “pensar”), que lleva años forjando redes entre comunidades indígenas movilizando nuevas formas de resistencia. ISUMA pone sobre el tapete las consecuencias de la reubicación de los Inuit en Canadá desde 1950s y 1960s en un reclamo a la historia y apelando a imaginar un futuro diferente. Un proyecto en tres partes que entre otras cosas contiene una colección de films en lenguaje inuit y otros lenguajes indígenas disponible en iTunes y IsumaTV. 

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También el indigenismo está presente a través de un colectivo en el pabellón de Finlandia, MWC Miracle Workers Collective, formado por una amplísima comunidad transdisciplinar de artistas, cineastas, intelectuales y activistas. En el sobrio pabellón diseñado por Alvar Aalto se desarrollaba un extenso cuerpo de obra como reivindicación al conocimiento ecológico ancestral. En uno de los films se establecía un diálogo entre indigenismo, movimiento y migración en la Europa contemporánea a través de un paisaje de jardines y desiertos. También podían verse elementos tundra del ártico, a través de abedules danzantes y los líquenes que son la principal fuente de alimento de los renos. Por otro lado, se puede ver un homenaje a la comunidad Sami y a sus tradiciones y a la lucha de este pueblo por la preservación de sus costumbres. 

La mirada de Kemang Wa Lehulere en el Arsenale se dirige especialmente a la sabiduría astrológica de la comunidad Dogon de Mali, foco de interés de Dead Eye, 2018. Entre los materiales que la formaban se encuentra uno de sus objetos habituales: las casas de pájaros, como inspiración de la artista sudafricana de los años sesenta Gladys Mgudlandlu, quien representaba pájaros en sus pinturas como símbolos de libertad.

En esta ocasión se encuentran como “presente-ausente” a través de los círculos de las puertas de las casas para pájaros, realizadas con antigua madera de pupitres de escuela. Éstas, junto con botellas de arena y otros objetos, forman una impresionante instalación circular que cuelga del techo, iluminada desde el interior, que busca aludir a las comunidades que fueron forzosamente expulsadas de sus hogares durante el apartheid

Aunque no se trata propiamente de un tema indígena, vale la pena mencionar la particular línea de aproximación a otras culturas, que desde hace años Bárbara Wagner y Benjamin de Burca investigan a través de la música y la danza. Y que en esta ocasión se presenta en el Pabellón de Brasil a través de unos vídeos protagonizados por personas de género no binario. Bajo el título Swinguerra se coreografía un enfrentamiento de música y danza entre dos grupos de jóvenes. 

Antropoceno

Ya anteriormente he señalado el equívoco en el uso del término antropoceno, tanto por situar el origen de la destrucción del medio ambiente en la época industrial, como por cuestionar la distribución homogénea de culpa entre todos los “anthropos”. 

A pesar del riesgo de resultar repetitiva, me gustaría señalar que el término antropoceno, introducido por el geólogo italiano Antonio Stoppani en 1873 y popularizado en el umbral de este milenio por el Premio Nobel de Química Paul Crutzen, debería ser eliminado del vocabulario mediático. Esta controvertida era, sustituiría al periodo anterior conocido como holoceno, y reconocería al hombre como responsable del estado de degradación del planeta. Es preciso señalar las connotaciones eurocéntricas del término, que se lava las manos ante las implicaciones políticas, económicas y especialmente coloniales del deterioro ecológico del planeta. Me parecen más ajustadas los términos como el “chthulhoceno”, utilizado por Donna Haraway y “capitaloceno” tomado de Andreas Malm y Jason Moore. También resultan acertados el “Euroceno” o “Technoceno” iniciado por los europeos, ambos conceptos propuestos por Peter Sloterdijk. No cesan de surgir términos alternativos, como el Gyneceno de Alexandra Pirici, El “pyroceno” de Stephen Pyne o el “plantacionoceno” de Anna Tsing y la antes mencionada Haraway.

También resulta interesante el sugerido por Nicholas Mirzoeff (3) como “White supremacy scene” o “periodo de la supremacía blanca”. Hace un par de años, en un seminario sobre cambio climático en Miami, tuve la suerte de conocer a este teórico, quien apuntó como uno de los problemas la descredibilidad de las imágenes de hoy día, la insensibilidad a consecuencia de la superproducción de imágenes apocalípticas y a la falta de nuevos imaginarios ante la imposibilidad de visualizar el antropoceno.

Con “A Lapse, a Stain, a Fall” Otobong Nkanga continúa con su preocupación por el antropoceno. La artista centra su investigación en el estudio del “lenguaje morfológico de la tierra”. En esta ocasión, para hablar de ello introduce un escultural río de mármol que atraviesa el Arsenale para hablarnos de la explotación colonial y postcolonial, y de la violencia ejercida sobre un territorio que se vuelve cuerpo. Nkanga entiende la noción de tierra como formación discursiva, y la gramática geológica. Esto le sirve para establecer interconexiones entre minerales, cultura material y la construcción del deseo, que interrelaciona con la redistribución del poder y conocimiento. 

Para TJ Demos, la colonización de la naturaleza asoma de los principios de la ilustración del dualismo cartesiano entre el mundo humano y el no-humano, que situó el mundo no-humano como objetificado: “De manera destructiva y utilitaria, idealizada y exotizada, la naturaleza ha sido colonizada tanto en concepto como en práctica”(4). 


Animismo

En No History in a Room Filled with People with Funny Names 5, 2018 de Korakrit Arunanondchai y Alex Gvojic, la idea del antropoceno está presente a través de un punto de vista animista y con una perspectiva post-humanista, que intenta representar la pluralidad y la metafísica de la experiencia de ser humano. Habitualmente, el artista trabaja en colaboración con su familia y fusiona imaginarios y culturas de oriente y occidente, colmado de simbolismo y donde la iconografía budista es habitual, como el Garuda, pájaro divino que se transforma en humano.

La compleja relación del hombre con el entorno es el punto de partida del pabellón japonés. “Cosmo-Eggs” reflexiona en torno a los modos en qué habitamos la tierra. También desde un punto de vista no antropocéntrico, se genera un espacio de reflexión sobre la coexistencia entre humanos y no humanos, donde también se percibe un lamento ante las catástrofes —naturales y humanas— que han asolado la isla. 

Detalle de “Cosmo-Eggs”

Detalle de “Cosmo-Eggs”

Desde una aproximación transdisciplinar entre un artista, un antropólogo, un compositor y un arquitecto, y formalizada sobre todo a través de lo fílmico, se propone una hermosa suerte de elegía a la necesidad de buscar un cambio de paradigma. 

Una tónica similar es la aproximación del pabellón nórdico, pero desde una formalización bastante alejada. Weather Report: Forecasting Future reflexiona en torno a la relación entre naturaleza, humanos y otras formas de vida. Los artistas arrojan luz sobre estas complejas interacciones y la importancia de aproximarnos a otros organismos, así como a la vida inanimada. La noruega Ane Graff, Ingela Ihrman de Suecia y el colectivo finlandés nabbteeri, proponen su visión desde todo un abanico de medios que incluyen escultura, performance, medios digitales y texto, en una búsqueda de arrojar sensibilidad en torno al cambio climático y lo impredecible del futuro.


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A pesar de que en los últimos años escuchemos la palabra holístico en cada texto de arte y pensamiento cultural que cae en nuestras manos, es un hecho que la inacción y actitud paralizante nos ha llevado a una situación en la que conceptos como “cambio climático” se ha vuelto algo demasiado light para describir la situación ante la que nos encontramos.

En Being Ecological (2018), Timothy Morton señala que ser ecológico no quiere decir predicar para el eco-coro: Para este pensador uno de los problemas en la recepción de un problema como el del cambio climático es las dos caras del mensaje:  por un lado. se evidencia su urgencia y, por el otro, parece quedar implícito que la catástrofe no ha llegado aún, aunque esté de camino. Esta disociación evidencia la construcción de un trauma ecológico en el que, como señala Morton, asumimos la culpa, en lugar de la responsabilidad. A esto se une el trasvase de responsabilidades hacia lo individual que se sugieren desde el Estado, las instituciones y todos los organismos del macropoder.

En estos últimos meses han surgido, tanto a nivel nacional como internacional, varias iniciativas desde la cultura que, a través de manifiestos y declaraciones de intenciones muestran la preocupación por la sostenibilidad desde el sector y suponen un paso importante. Pero es solo un punto de partida.

En Minimal Ethics for the Anthropocene, Joanna Zylinska propone la búsqueda de una respuesta, no sistémica ni normativa, sino que entienda el antropoceno tanto como fenómeno como discurso y problema que se nos plantea a los humanos, por lo que debemos sentirnos obligados a ofrecer una respuesta. 

Como decía Mieke Bal, el arte piensa y tiene su particular modo de producir conocimiento, y como tal ha de tener su particular modo tanto de producir respuestas como de provocarlas. Podemos deleitarnos en visiones apocalípticas o exhortar con cinismo vivir “tiempos interesantes”, pero hasta que no encontremos los modos de reducir la distancia entre los discursos y los modos de ponerlos en práctica y comunicarlos, seguiremos siendo cómplices y víctimas de nuestro propio lamento. 


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Notas

(1)  Donna Haraway, “Anthropocene, Capitalocene, Chthulucene: Making Kin” in Art in the Anthropocene: Encounters Among Aesthetics, Politics, Environments and Epistemologies, ed. Heather Davis and Etienne Turpin. London: Open Humanities Press. 2015. p. 269.

(2) Rosi Braidotti. Por una política afirmativa. Itinerarios éticos. Barcelona: Gedisa, 2018, p. 30.

(3)  Blanca de la Torre, Hybris. Una Posible Aproximación Ecoestética. León: MUSAC y NOCA Paper, 2017, pp. 17-20.

(4) TJ Demos, Decolonizing Nature. Contemporary Art and the Politics of Ecology. (Berlin, Alemania: Sternberg Press, 2016), p. 36.

Blanca de la Torre, comisaria, investigadora y escritora de arte. Hasta 2009, desarrolló exposiciones en ciudades como Nueva York, Praga, Londres y Madrid. Del 2009 a 2014, se desempeña como comisaria y responsable de exposiciones y proyectos de ARTIUM, Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo (Vitoria-Gasteiz, España). Posteriormente ha comisariado exposiciones en museos y centros de arte internacionales, destacando: MoCAB, Museo de Arte Contemporáneo de Belgrado, Serbia; Salzburger Kunstverein, Salzburgo, Austria; EFA Project Space, Nueva York; Centro de las Artes, Monterrey, Mexico; Museo Carrillo Gil Mexico city; Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, Mexico; NC-Arte, Bogotá, Colombia; RAER, Rome, Italy; LAZNIA Center for Contemporary Art, Gdansk, Polonia, Alcalá 31, Madrid; CentroCentro, Madrid; NGMA Delhi, India; y MUSAC en León, entre otros, museo del que forma parte de su comité asesor.