Condiciones para una transformación efectiva*
Elías Capriles
Publicado el 2022-09-11
«Hoy en día, el hombre es demasiado listo para sobrevivir sin sabiduría. Nadie puede decir que esté trabajando verdaderamente por la paz a menos que esté trabajando primariamente por la restauración de la sabiduría.»
E. F. Schumacher, Small is Beautiful. A Study of Economics as if People Mattered.
La crisis ecológica es el resultado de los intentos de individuos poseídos por la percepción fragmentaria inherente al error de destruir el lado “negativo” de la moneda de la vida —el lado “muerte”, “dolor”, “enfermedad”, “sufrimiento”, “esfuerzo”, “incomodidad”, etc.— con el objeto de conservar tan sólo la cara “positiva” —o sea, la cara “vida”, “placer”, “salud”, “bienestar”, “ocio”, “comodidad”, etc—. El individuo de visión fragmentaria no logrará detener el proceso de destrucción de la vida, pues sus intentos de detenerlo surgirán de la misma perspectiva que originó la crisis y, al igual que los proyectos y las acciones que la produjeron, estarán dirigidas miopemente hacia la conservación del lado “vida” de la moneda de la vida y la destrucción de la cara “muerte” de la misma.
La reestructuración de las sociedades humanas necesaria para hacer posible nuestra supervivencia y restaurar la armonía sólo podrá ser efectiva si comprende una transformación de la psiquis de cada ser humano que, por una parte, erradique progresivamente el error fundamental (permitiendo que se manifieste de manera igualmente progresiva lo que Bateson designó como “sabiduría sistémica”) y, por la otra, erradique de nuestra estructura psicológica las estructuras de poder y las relaciones instrumentales. Esto debe implicar la superación de la división entre un aspecto o principio que gobierna u otro que es gobernado, permitiendo el libre flujo de la espontaneidad del tao o logos, que beneficia naturalmente a todos.
¿Quiere todo lo anterior decir que debemos posponer toda acción política dirigida al cambio social hasta que hayamos superado totalmente el error producido por la valorización-absolutización delusoria del pensamiento y la fragmentación y nos hayamos liberado totalmente de las relaciones instrumentales que caracterizan a nuestra psiquis? No soy de esta opinión. Si tuviéramos que estar plenamente transformados para poder emprender la acción política, probablemente la mayoría de nosotros moriría antes de emprenderla y el mundo llegaría a su fin antes de que hayamos hecho nada por transformarlo. Como ha indicado el mismo Namkhai Norbu, no hay que esperar hasta que la transformación individual haya sido completada para emprender la acción social.(1) En efecto, debemos iniciar de inmediato la empresa de transformación de nuestra psiquis, continuarla ininterrumpidamente durante la acción política y cultural —la cual, además de impulsar el cambio político, social, económico, cultural, etc., que es imprescindible para la supervivencia, habrá de extender la transformación de la psiquis a otros individuos— y, sin interrumpirla jamás, ayudar a extenderla a la totalidad de la sociedad una vez que se superen los sistemas actuales.
Ahora bien, tanto en el plano de la transformación de la psiquis como en el de la transformación de la sociedad, es de la mayor importancia contar con el “liderazgo carismático”(2) —lo cual no significa en sentido alguno mando— de quienes hayan llevado su transformación interior más allá que la mayoría y, en consecuencia, puedan evitar las trampas del autoengaño, que sostienen la opresión por medio de los intentos de poner fin a ella. Lo que Voline dice de la influencia de los “sabios” en materia de arte puede ser extendido a su influencia en la conducción de la sociedad: (3)
«Es necesario en todo momento escrutar, verificar, analizar, reflexionar por sí mismos; es necesario crear personalmente, libremente, en resumen, es necesario no someterse, no plegarse a ninguna autoridad, sea la que sea. Sólo una cierta influencia de algún sabio, pensador o artista, realmente potente y valiosa, influencia libre y científicamente aceptada en una medida razonable, puede ser preciosa, útil y aprovechable.»
El proceso de transformación de la psiquis del individuo y las relaciones sociales tendría que ser continuada sin interrupción, y no ser considerada como algo que concluye con la erradicación de los sistemas políticos, sociales y económicos imperantes. (4) Como advirtió Heráclito, la cerveza se corrompe si no es agitada. Y, como señaló en uno de sus doha el místico hindú Sarahapada: (5)
«Cuando (en invierno) el agua estancada es helada por el viento (congelándose) toma la apariencia y la textura de una roca. Cuando los seres poseídos por el error son molestados por pensamientos (valorizados-absolutizados delusoriamente) lo que todavía no tiene configuración (fija) se vuelve muy duro y sólido.»
La transformación en el plano de la cultura es especialmente importante. Ella deberá, entre otras cosas, modificar radicalmente los valores, eliminando la valoración del desarrollismo y de la técnica, los tabús atávicos y las pautas culturales arbitrarias; hacernos cuestionar las creencias y poner fin a los dogmas arbitrarios; transformar las instituciones, acabando con toda estructura y función de tipo vertical y opresivo, con las relaciones de producción propias de la fábrica capitalista y con la diversificación del trabajo; revolucionar las relaciones entre los individuos, eliminando las de tipo instrumental, opresivo, explotador y posesivo, y entre aquéllos y al medio ambiente natural, desarticulando las pautas impuestas por la técnica; modificar los paradigmas científicos, las prácticas técnicas y en general todo lo que se encuentra tras la explotación del medio ambiente natural... y así sucesivamente.
En lo que respecta a las instituciones, la clave para determinar cuáles deberán desaparecer o ser modificadas radicalmente debe ser su estructura y función. Las formaciones u organizaciones de poder —como las llama Foucault— son órdenes espaciotemporales en el proceso primario de los individuos, que se establecen cuando ellos aprenden a funcionar en instituciones estructuradas en términos de dichos órdenes, los cuales comprenden una organización dada de espacio-tiempo y un tipo dado de conocimiento.(6) Las instituciones que han hecho posible tanto la coordinación de las actividades de los individuos en términos del tiempo del reloj como la adopción de la disposición de espacio, tiempo y conocimiento que requerían las estructuras de poder emergentes, requieren una reestructuración total.
Las instituciones que colocan físicamente a la autoridad de un lado y a los subalternos de otro, que disponen a estos últimos en filas y los obligan a acatar la opinión y/o las órdenes de la autoridad, que organizan en detalle el tiempo de sus miembros en base al reloj, etc., deben ser transformadas.(7) Dichas instituciones, que hicieron posible el desarrollo de la técnica y del capitalismo, han impulsado la rapidísima aceleración del tiempo que, según las filosofías orientales, caracteriza al final de la Edad de Hierro o Era de la Oscuridad (kaliyuga), y que es concomitante con el desarrollo tecnológico, la “vida moderna” y el Estado contemporáneo. Desde su aparición, ellas han estado propulsando la destrucción de la biosfera a una velocidad cada vez mayor. Iván Illich escribe (8):
«El absurdo de las instituciones modernas es evidente en el caso de la institución militar. Las armas modernas pueden defender la libertad, la civilización y la vida sólo aniquilándolas. Seguridad en el lenguaje militar significa la capacidad de acabar con la Tierra.
«El absurdo subyacente en las instituciones no-militares no es menos evidente. Ellas carecen de un interruptor que active su poder destructivo, pero no lo necesitan. Su garra ya está clavada en la tapa del mundo. Crean necesidades más rápidamente de lo que pueden crear satisfacción y, en el proceso de tratar de satisfacer las necesidades que generan, consumen la Tierra. Esto es cierto de la agricultura y la manufactura y no lo es menos de la medicina y la educación...
«La institución militar es evidentemente absurda. El absurdo de las instituciones no-militares es más difícil de enfrentar. Es incluso más aterrorizador, precisamente porque funciona de manera inexorable. Sabemos qué interruptor tiene que permanecer abierto para evitar un holocausto atómico. Ningún interruptor puede detener la Armagedón ecológica.»
A nivel del conocimiento, es imperativo superar el paradigma mecanicista cuyo funcionamiento ha sido formulado en términos de la segunda máxima del Discurso del método de Descartes, que nos recomienda “fragmentar todo problema en tantos elementos simples y separados como sea posible”. Este paradigma mecanicista, que ha entendido los sistemas vivientes como si fuesen mecanismos de relojería, ha catalizado el desarrollo de las miopes y deshumanizadas formas actuales de la técnica, la explotación desenfrenada de la base de la vida y el proyecto consciente contra la naturaleza. Sin embargo, muchas de las teorías llamadas “de nuevo paradigma” que proponen la substitución del paradigma mecanicista por otro sistémico, reducen todos los niveles de organización del universo a uno sólo, que es propio de las llamadas “ciencias naturales”. El Taittiriya Upanishad insistió en que la materia como principio no podía explicar el crecimiento vegetal (nosotros podríamos decir más bien que no puede explicar la “existencia orgánica”), en que el “principio vital” (prana) no podía explicar los fenómenos conscientes de la vida animal; en que manas (la mente en un sentido amplio, aunque quizás más restringido que el que Gregory Bateson da al término) no puede explicar los fenómenos intelectuales y autoconscientes propios de los seres humanos, y en que vijñana (9) (la conciencia humana, que incluye la autoconciencia y la vida intelectual) no podía explicar el estado de cognitividad vacía, gozosa y luminosa que el Mandukya Upanishad designó como turiya-ananda. (10)
Un ejemplo del error que nos concierne está constituido por las distintas formas de biologismo social, entre las cuales una de las peores es la desarrollada por Niklas Luhmann, que excluye de la sociedad a los sujetos humanos y sus decisiones, los cuales no son reductibles a la estructura y función de la sociedad como un todo, sobre todo cuando ésta se entiende desde el punto de vista de las formas “inferiores” de organización: con ello se deshumaniza la sociedad, la cual pasa a ser una mera abstracción.(11) Así pues, aunque en mi artículo “Beyond the Mind. Steps to a Metatranspersonal Psychology” y en el libro en preparación que lleva el mismo título he criticado la clasificación de los niveles de conciencia que ha hecho Ken Wilber en sus diferentes obras (pues el Despertar o Iluminación no consiste en establecerse en un nivel caracterizado por la experiencia de unidad cósmica, sino en liberarse de la valorización-absolutización delusoria de las experiencias de todos los niveles),(12) en lo que respecta a los modelos que deben aplicarse a las distintas regiones del universo sí es de la mayor importancia respetar las diferencias entre los niveles en cuestión: sería erróneo entender los fenómenos en que participa la conciencia humana en términos, por ejemplo, de conceptos propios del nivel “biológico”, e intentar producir una teoría científica global capaz de explicar indistintamente fenómenos de todos los distintos “niveles” de la existencia. (13) En cambio, creo que sí sería posible construir una teoría global del universo que explique los distintos niveles de realidad en base a distintos principios. Esto implicaría reconocer, como lo hace Wilber, que cada uno de los niveles que él considera como “superior” muestra las características de los niveles que son inferiores en relación a él, y además muestra otras características que le son propias y que están ausentes en los niveles “inferiores”. Por lo tanto, aunque sería erróneo entender los fenómenos propios de la conciencia humana, o aquéllos en los que ella participa, en términos de conceptos meramente biológicos —como lo es el concepto de autopoiesis—, también es cierto que los fenómenos conscientes humanos muestran características propias de los fenómenos biológicos. (14)
Por otra parte, es importante subrayar el hecho de que sería un grave error creer que a fin de corregir nuestra deriva hacia la autodestrucción lo más urgente e importante sea remplazar los paradigmas científicos mecanicistas por paradigmas sistémicos. Una conciencia fragmentaria y por ende instrumental podría utilizar teorías científicas “sistémicas” para lograr más efectivamente sus fines miopes y egoístas y seguir así destruyendo la base de la vida y desarrollando una sociedad cada vez más injusta y represiva. Como señaló Don Michael en el New Paradigm Symposium organizado por el Elmwood Institute a fines de 1985 en el Instituto Esalen (Big Sur) (15):
«Al hablar del nuevo paradigma y de las ideas de nuevo paradigma es importante reconocer que este mismo conjunto de ideas es usado con un éxito todavía mayor [que el obtenido por aquéllos que se proponen pone fin a la devastación del ecosistema y la explotación y opresión de unos seres humanos por otros], precisamente por los grupos que estamos criticando.
«El sistema de armamentos es precisamente el producto del pensamiento de sistemas llevado a su conclusión lógica. Sin embargo el pensamiento de sistemas es un ejemplo de lo que proponemos como algo nuevo. Pero [en este caso] puede ser mortal: no todo pensamiento sistémico es bueno.
«La protección del petróleo del Medio Oriente es también un ejemplo del pensamiento de sistemas. Los Estados Unidos no dependen directamente del petróleo del Medio Oriente; el nuestro es sobre todo venezolano y mexicano. Pero Japón y Europa sí dependen [del petróleo del Medio Oriente] y, si se les cortase, nuestros parientes, Japón y Europa, quedarían cortados de nosotros. Tenemos que compartir algo del petróleo debido al parentesco.
«Otro ejemplo de pensamiento de sistemas es la economía del parentesco. Usted [Eleanor LeCain] se refirió al número de cabilderos que apoya a los fabricantes de armas [en el Congreso de los EE. UU.]. Uno de los grandes intereses de los cabilderos es los empleos, y una de las grandes decisiones políticas de la gente de las comunidades en las que existen esos empleos es que quieren conservarlos. De nuevo, tenemos pensamiento de sistemas, pero no es lo que nosotros pensamos [que debía ser]. Lo que estoy diciendo es que hay otros aspectos del pensamiento de sistemas que están en conflicto con los puntos de vista que estamos expresando aquí.»
Así pues, al igual que la mera transformación de la sociedad, la mera transformación de los paradigmas científicos no permitiría la solución de la grave problemática que enfrentamos. En consecuencia, es necesario volver a insistir en que el eje de la transformación total que es imperativa para la continuidad de la vida en el planeta y la inauguración de una nueva edad de armonía tiene que estar constituido por la práctica de los métodos de transformación de la conciencia transmitidos por las tradiciones de sabiduría, y el trabajo sobre las relaciones humanas a fin de modificar su estructura, que es la estructura de nuestra psiquis. Es por esto que el teórico y activista del ecologismo ácrata M. Bookchin nos dice:(16)
«La tarea de los revolucionarios no es “hacer” la revolución. Ésta sólo es posible si el pueblo todo participa en un proceso de experimentación e innovación orientado a la transformación radical tanto de la vida cotidiana como de la conciencia. La tarea de todo revolucionario será, entonces, provocar y promover ese proceso.»
Esto implica el desarrollo de una genuina autogestión, no en el sentido limitado en el cual se propone que, dentro de una sociedad planificada y gobernada centralmente en la cual un gobierno elitesco decide lo que se debe producir, los trabajadores tomen parte en la dirección de una fábrica o de una comuna agrícola, sino —como señala Castoriadis— en el del desarrollo de una actividad autónoma de la sociedad entera...(17)
«...que instituye nuevas formas de vida colectiva; elimina a medida que se desarrolla no sólo las manifestaciones, sino los fundamentos mismos, del antiguo orden —y, en particular, (elimina) toda categoría u organización separada de “dirigentes”, cuya existencia significaría ipso facto la certidumbre de una vuelta a ese antiguo orden o, mejor dicho, atestiguaría que ese antiguo orden no ha desaparecido—; crea en cada una de sus etapas puntos de apoyo para su desarrollo ulterior, y los arraiga en la realidad.»
Como hemos visto, esto no implica que no se deba aceptar la influencia de los “sabios”, que en este caso son quienes han llevado su transformación interior más allá que la mayoría y, por lo tanto, no están sujetos a las creencias invertidas predominantes, sino que, por el contrario, tienen la capacidad de reaccionar creativamente ante los problemas, aportando verdaderas soluciones a los mismos. De hecho, sólo la influencia de los sabios podría permitirnos prescindir de los gobernantes que, hasta ahora, nos han hecho creer que lo que ellos perciben como sus intereses inmediatos son los intereses a largo plazo de la humanidad entera.