El hallazgo de la imagen
William Kentridge
Publicado el 2022-07-03
La actividad de dibujar en sí misma. La concentración cambia de posición. La imagen se convierte en una serie de marcas y decisiones. La persona baleada, la provocadora toma, se desintegra en el tono, en la línea, en el contraste del dibujo. Por encima del papel, flota una proyección de la figura, pero también sobrevuelan todos los demás cuerpos: el hombre con los brazos extendidos de El 3 de mayo en Madrid, de Goya; La masacre de los inocentes, de Giotto; la piel desollada de Marsias. Pero también se encuentran demasiado lejos del papel. Delante del papel, el hallazgo de la imagen está precisamente en el material y en la convicción de que dicho material volverá a transformarse en la imagen: la oscuridad de la línea, la textura del papel, pastel blanco en contraste con un gris esfumado. Está en seguir los cambios y las decisiones como se seguirían las divisiones de la línea dividida en sus treinta y siete secciones. Está en comprender que el trabajo acumulativo, la fuerza de trabajo invertida, junto con la confianza en la actividad, harán que la imagen surja.
Delante del papel, una naturaleza muerta de Chardin o Morandi es una guía tan buena como cualquier otra. La ira, la angustia, el deseo pueden haber estado detrás del impulso para crear la imagen, pero aquí son olvidados. El tiempo disminuye la velocidad y se vuelve externo a la imagen. Dibujar algo que se vislumbró un segundo puede llevar un día, o incluso varios días. El placer, la frustración, la falta de confianza en uno mismo —estados evocados por los materiales y la actividad— toman el lugar del impulso inicial. Todavía existe cierta conexión con la primera idea, pero está en suspenso. El impulso es enviado esperar afuera en una antesala, mientras el trabajo es realizado.
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