Don't believe in me

Ana Esteve Reig

Ana Esteve Reig (Agres, 1986) suele hacer sus trabajos en video y entre sus intereses —lo dice con bastante claridad y lucidez— están “la ficción, las figuras cinematográficas y televisivas, la cultura popular, los rituales y la realidad virtual como puntos de referencia para tratar de entender la posición del individuo dentro de la sociedad”.

Don’t believe in me se encuentra entre los diversos ejercicios que la artista realizó durante sus años de formación en Kassel. Para ser más precisos, lo grabó en el 2012. Un año que nos recuerda el momento en que atravesamos una terrible crisis económica, que en España se prolongó por más tiempo e hizo que muchos jóvenes (como Ana) tuvieran que salir a buscarse la vida y las oportunidades que su país no podía darles.

Aunque la situación sea distinta y los efectos de la pandemia que han atravesado el 2020, han trastocado casi todos los órdenes de la vida de las personas, nos parece que en todo ello hay algo que vuelve a cobrar vigencia. Algo que nos lo recuerda, como un déjà vu. No se trata de ningún elemento concreto o palpable, sino de una sensación cíclica, como el devenir de las mareas o el de un mareo recurrente ante unas circunstancias que al parecer escapan a cualquier intento de control y sentimos que no sabemos qué son pero que siempre regresan.

En ese contexto de incertidumbre se da la fiesta. Al menos un tipo de fiesta. 

La celebración a la que asistimos como espectadores reúne a un grupo de jóvenes a los que no les vemos los rostros, porque las melenas nos los ocultan. Ellos podrían estar en su bar favorito bebiendo, escuchando unos acordes, que resuenan, al igual que los personajes, un poco “aislados”. La única a la que vemos y muestra el “rostro” es la camarera. La única que ejecuta una acción, tiene un por qué, un oficio, y cumple una función: servir las copas a los clientes. Por supuesto, está también el ojo omnisciente de la cámara que opera Ana y que compone el conjunto.

El encuadre que se desplaza por el local va capturando las poses estáticas de un grupo de melenudos bebiendo y a lo suyo, pero conscientes de estar reunidos en un mismo lugar: en el bar mutter (2). Se trata de una suerte de “retrato de familia” o de pandilla del desencanto. Como en todo retrato hay algo solemne,en este caso cargado de sentido del humor. La pieza resulta una imagen irónica de lo que podría ser la fiesta de fin de año, si la hubiera. Al mismo tiempo, es una imagen del rito cargada de afecto y de sarcasmo.

Lo que curiosamente permanece flotando en el recinto de luces tenues es la expresión nihilista que se anuncia en el título y que nos conduce hasta el gesto crítico de la artista, que de alguna manera busca escenificar la incredulidad de su generación y una cierta duda frente a sí misma y frente al futuro.


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  1. Actualmente se puede ver el trabajo de Ana Esteve Reig en la muestra colectiva de la galería madrileña Formato cómodo que lleva como título Fuera de formato, en la que comparte espacio con las artistas Raisa Maudit y Victoria Gil.

  2. Madre en alemán.


Texto: María Virginia Jaua