Tutto Tondo
Rogelio López Cuenca
Duración: 9 min.
"Tutto Tondo" es un video de Rogelio López Cuenca (Nerja, 1959), incluido en la muestra "Opium pop" que pudo verse en la galería Juana de Aizpuru en Madrid en 2016. En este trabajo, el artista construye -a partir de un archivo de imágenes que ha ido conformando- un ejercicio de análisis, pero también de puesta en evidencia, acerca de la construcción de la mirada.
Si tenemos paciencia y nos detenemos a contemplar el vídeo veremos una secuencia de imágenes fijas que comienza, ella sí, con la reproducción de un "tutto tondo" verdadero y que constela con el tema de la muestra: la captura de unas personas rodeando la escultura de un cristo. Un cuerpo doliente siendo "asistido" o presentado, por unos señores que parecen funcionarios de gobierno o quizás de la institución museística en donde se presenta la "obra". No parecen artistas, curadores, tampoco religiosos ni espectadores. Ninguno de los hombres mira el cuerpo recostado que ha sufrido el suplicio, y que a nosotros -los espectadores de la imagen- no se nos escapa: ellos solo atienden al hecho de estar siendo "vistos" por una cámara. Mientras que nosotros, de este lado de la pantalla, sí vemos el cuerpo tendido y notamos esa indiferencia que contrasta con la seriedad manifiesta en unas posturas rígidas y que los hacen ver más tiesos que el muerto al que parecen estar velando.
Hay en esta obra una mirada bastante crítica a la representación del poder, la autoridad y la masculinidad occidental frente al dolor y a la vulnerabilidad.
Entonces en esta imagen inicial se cumple un primer paso del ejercicio de reflexión sobre el propio espacio en donde se produce o mejor, en donde se presenta: el espacio de la mirada ya sea en la galería o gracias a la generosidad del artista en el espacio íntimo de nuestra casa frente a la pantalla del ordenador. Lo cierto es que ya hay en esa primera imagen una señal clara acerca de la implicación en la obra.
De esta pasamos muy lentamente a la mítica imagen de la iconología contemporánea: la presentación del cadáver del Che. Resulta curioso como esta lentitud en el paso de una imagen a otra y en esa superposición, López Cuenca sí consigue evocar algo de lo "escultórico" del título. En esta segunda imagen se presenta un cadáver real, un hombre de carne y hueso, muerto en circunstancias poco claras. La manera en que se presenta esta imagen es absolutamente distinta a la que la precede. El cuerpo aquí sí es "tocado" por quien parece la autoridad de mayor rango y aunque el gesto de la mano es sutil de inmediato percibimos que ese cuerpo ha sido sometido y violentado. La manera en que la mano entra y el lugar del cuerpo que elige señalar y rozar establece una conexión con lo "sagrado" del cuerpo de cristo y lo relaciona con la imagen anterior. Además de ciertas características más obvias del que más tarde se convirtió en un icono pop de las ideologías de izquierda, como la personalidad encumbrada por las gestas revolucionarias y todo el fervor desencadenado por la utopía política, en lo que Marx -sin sospechar lo que ocurriría después- calificó como sustancia adictiva del pueblo y que como ya se dijo, se evoca en el título de la muestra.
También en esta imagen percibimos que los sentimientos y la relación con la muerte es más problemática o contradictoria. Quizás debido a las circunstancias tan oscuras en las que se produjo. También en esta imagen, como en la anterior, se percibe cierto malestar en los que asisten. Hay dos hombres de civil que parecen sentir interés por el cuerpo destrozado, que puede ser tristeza o perplejidad. El resto de los asistentes son militares, no sabemos hasta qué punto implicados en el hecho cuyo resultado es un cuerpo sin vida. Sin embargo, nosotros como espectadores -desde otro espacio y otro tiempo- nos vemos atraídos por una mirada que no podríamos calificar de "muerta", sino más bien con la enorme potencia vital, todavía palpitante y que la cámara captura y que ninguno de los asistentes, salvo el fotógrafo y nosotros, parece querer percibir.
Ese contraste entre la primera y la segunda imagen ya marca la intencionalidad del artista de cuestionar y elaborar sobre lo imposible. Ya que además de no poder cumplir con la promesa escultórica anunciada en el título, López Cuenca de alguna manera lleva aún más allá ese anhelo al proponerse el reto de "esculpir" la mirada. Es decir, trabajar en ese espacio absolutamente imposible en donde se produce el acto del ver. En ese sentido diría que este es un trabajo en el que el artista ha intentado construir una figura de la mirada a la manera de la escultura en "tutto tondo" y por ende, en donde elige trabajar con la materia que supone un espectador o "lector", quien pone los ojos para que esta se produzca.
Detengo aquí el ejercicio de análisis para que sean ustedes, vosotros, quienes se animen a continuarlo es decir, a producirlo. No sin antes traer a un pensador que ha trabajado de manera hiperlúcida la deconstrucción de la imagen cristiana, Jean-Luc Nancy y sumo la evocación de una reflexión suya para cerrar este pequeño texto. Si la imagen es polisémica y esa polisemia produce una interrogación del sentido, precisamente ese temblor ínfimo e íntimo podría ser el que suscita la pregunta por lo sagrado: "la cosa, el ser, el pensamiento", los cuales no podemos dejar tocar sin experimentar un "estremecimiento".
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Texto: Maria Virginia Jaua