NAFTAlgia

Arte y Trabajo BWEPS*

Publicado el 2017-07-22
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El objeto acaso no ha muerto efectivamente, pero se ha perdido como objeto del amor. [...] En aun otros casos se considera que es preciso ajustarse a la aceptación de dicha pérdida, pero no se atina a discernir con precisión lo que se ha perdido

Sigmund Freud, Duelo y melancolía (1917)

En el marco de la próxima renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés), la siguiente anécdota —o autobiografía colectiva y mágico realista— revela una segunda, rosa y secreta renegociación: la de nuestra propia sensibilidad neoliberal. 

1. Amor Prohibido

Soy una víctima del NAFTA. Del NAFTA y Telmex o NAFTA y Telefónica. Del NAFTA y el grupo OHL. Del FMI, de la OTAN, del Banco Mundial y de Repsol. Del NAFTA, la OPEP y la CEPAL. 

Es decir: de todas las entidades que aprendimos a odiar en vista de globalifóbicos1 que les lanzaban bolas de fuego como si estuvieran ante los bosses principales en la última escena de algún videojuego maldito. Soy víctima de asuntos macroeconómicos tan abstractos y al mismo tiempo tan íntimos como el alma o lo contemporáneo del arte contemporáneo. 

Incluso algunos amigos y amigas son víctimas del NAFTA. Todxs. En coro nos preguntamos si, de hecho, can the millenial lumpen speak? ¿Sueñan las ovejas negras con androides cholos? ¿Es NAFTA nuestro origen mítico o sólo una entrada de Wikipedia? ¿Es el nombre de nuestra próxima pieza de arte?

Tuve un novio gringo que me decía que éramos similares porque ambos habíamos visto La vida moderna de Rocko, un show que nunca fue precisamente divertido pero que había que ver, pues como tantos otros, se emitió en 1993, en el delicado interludio marcado por la firma del NAFTA en diciembre del ‘92 y su “entrada en vigor” el primer día de 1994. Machín. Inminente. Estábamos a punto de ser succionados por una presunta modernidad nueva.  O algo parecido. 

Según esto, modernidades ya van varias y para ubicarse en ese inestable estilo de vida y de muerte, conquista y reconquista de nuestro percudido ser, ahí estaba Rocko, con todo y que yo no lo sospechaba por no haber sido más que un pobre xoloescuintle2 viendo a un Wallaby sin piernas en camisa hawaiana deprimirse por su entorno industrializado. 

Estábamos a punto de superar, por fin, nuestro complejo de inferioridad, pero más importante, nuestro kitsch mesoamericano visto tras el gaze de NAFTA: las pirámides, los calendarios solares y lunares, la danza folklórica, el cardenismo, la economía cerrada de cabina telefónica, el gasto populista-sacrificial, las orgullosas carreteras, minas, ferrocarriles, puertos y aeropuertos públicos.  

Todas de un barroquismo anticuado pero potente, esperando a ser descubierto, bursatilizado y remodelado con acabados minimalistas de roof garden

Pero en esta ocasión no se trataría de un vulgar saqueo colonial —no, sir!— sino una dulce y lubricada luna de miel donde todos éramos la Malinche teñida de rubio cobrizo 9.4 de L’ORÉAL en la víspera de las nupcias, lista para consumar el amor con aquel que durante tantos años no sólo había sido nuestro vecino, sino nuestro amor prohibido3 que auguraba la entrada en vigor y las amenazas de separación —como murmuraban por las calles, los túneles, los corredores desde la época de Santa Anna4.

Y no precisamente esa Malinche biologizada/racializada por Octavio Paz, sino quizá la versión trans que de pronto se enreda en un amorío donde ese muchachito humilde, ingenuo y mestizo, pero de buen corazón —armado con un par de sudaderas Aéropostale o un curso exprés en VHS de Inglés sin barreras—, desarrolla un músculo fordista respetable, capaz de enamorar a su contraparte rica y rubia, robarle unos besotes y, de paso, why not?, la cartera. 

O sea, no el tipo de historia, querido lector, apta para Televisa: la tele-empresa mexicana comandada desde 1972 por Emilio Azcárraga Milmo El Tigre, el soldado nacionalista del mejor PRI cepalista, que hasta entonces se había centrado en la producción local, específicamente de melodramas “para el jodido mexicano”, pero que heredaría a su hijo Emilio Azcárraga Jean El Tigrillo en 1997. No. En lugar de contar nuestra historia de amor, con El Tigrillo ese monopolio televisivo importaría historias como Beverly Hills 90210

Por otro lado, su única competidora, TV Azteca, importaría El principe de Bel-Air, donde también descubrimos que ser negro, mientras se viva en los suburbios pudientes de L.A., podía ser cool y no sólo una antigüedad ideológica al estilo de Memín Pinguín.5 

Tan así, que Rocko fue importante para mi educación sentimental. En una ocasión mi novio y yo discutimos intensamente sobre Ed el sapo, el vecino del Wallaby suburbano.  Terminamos con rabietas de clase y yo gané, claro, al demostrar que Ed era el verdadero héroe Baby Boomer de la trama, no un veterano de Vietnam sino un antecesor de las actuales luchas del cognitariado oficinista en todo el mundo que, por cierto, compartía la voz latina del personaje de Los Simpsons, el Señor Burns: Gabriel Chávez, hasta que la cadena FOX, en el 2005, decidió despedirlo—con todo y elenco principal—  por pertenecer a la ANDA (Asociación Nacional de Actores). 

Para entonces, El Tigrillo Azcárraga había infiltrado y debilitado toda resistencia entre los cognitarios del doblaje. Me pregunto cómo les habrá ido a las voces españolas de Los Simpsons...

Pero mi gringo-novio no reparaba en la importancia del doblaje, ni en el desamparo gremial por el cual las voces de los personajes en caricatura cambiaban de una temporada a otra cuando hablaban en mi idioma. Al cabrón no le importaba la jodidez real, palpable y yo estaba ardido, realmente encabronado. 

Yo, que estaba más o menos jodido, iba a los mercados de pulgas para comprar la ropa que le tumban a los gringos muertos en el traslado a la morgue y pues, parecía no tan jodido. Hoy hasta podría ser economía verde, circular, Normcore, al mero look de mi novio. Lo único es que para él sí era elección. Para mí encomienda. 

Digo, tampoco es que mi vida fuera tan marginal: mi papá y mi mamá, tras lograr acceder a líneas de crédito, sacaron una computadora en Telmex. Me acuerdo que cuando abrí por primera vez el Windows 98 sentí que el muro de lámina se convertía en una ventana por donde escapar en tabla de surf hasta las nubes. Llegué incluso a pensar que la NASA me iba a contratar un día, que me iba a largar en cohete a un lugar remoto donde sí nevara en navidad. O quizá hasta a la luna, donde dicen que no hay puestos de comercio ambulante ni mantas, como las de mis papás y mis mamás. 

Y con las ventanas del Windows llegó el internet y, pues, ¡era fantástico! El Sistema creía en nosotros. 

Latin Chat, Hotmail, ICQ, Yahoo! Messenger y luego MSN, con sus inconfundibles audio-campanitas. Las finanzas personalizadas y la digitalización de la vida, la Matrix entera que circunda todo. Recuerdo: aunque el módem ladraba en alienígena, terminé por encariñarme con él, lo que hoy en día es imposible. La conexión supera los sentidos, puro stealth, un fantasma, ¿en qué momento murió el Internet? ¿En qué momento se transfiguró en espía, en mi enemigo? ¿Cuánto tardará en lanzarme una bomba teledirigida?

El internet realmente existente, pensándolo bien, siempre fue en infinitum.6 Lxs alzadxs de todo el mundo le sobrevivieron. 

Por mi parte, en un mercado encontré una camisa hawaiiana acapulquito y mi housetruck realmente era una casa INFONAVIT comprada por mis padres antes del “error de diciembre”7. Ellos con su PYME8 de comercio informal y así. Mientras, yo, mis hermanas y Rosi —la madre que me criaba mientras mi madre biológica trabajaba y producía el sueldo de Rosi— veíamos TVCABLE. Rosi nombra a sus hijos Brandon y Paulina, Brandon por el guapo de Beverly Hills, y Paulina…. pues, así se llama mi hermana. 

Luego, con todo y eso, mi mamá dice haz algo, cabrón.  Pero yo soy pequeño y a parte de sacarme los mocos no hago gran cosa más allá de rezar para que por fin compren el paquete infantil de cable. Ella se desespera más y me dice haz cosas, huevón. Yo quiero succionar más telecable. No la culpo, pues ella no podría saber que si hubiera mirado más Nickelodeon a lo mejor me hubiera vuelto, ahora sí, realmente gringo y no hubiera tenido tantas diferencias con mi ex-novio. Lo más seguro es que ahorita anduviera con un perro mamado que adorna mi posible casa en San Marino, California: NAFTA así, real, afectivo, inmediato, un greencard de corazón para que ni Trump pueda separarnos.

Pero mi madre siguió diciéndome, hijo, cabrón, tienes que irte a trabajar porque si no trabajas te carga la chingada. No estaba al tanto del capital simbólico, de la mente emprendedora súper industrial a la Oliver Twist, pues era muy oldfashioned mi madre, desconocía todo lo relacionado con los subcampos de producción restringida. Bourdieu no llegó al México profundo. Solo la Honda, la Mazda, la Nissan y la Volkswagen, que lo único que succionan es un chingo de agua libre de costo, gratis, proveniente de un país de subsuelo sin ley. Para mi madre, el trabajo debía ser directo, desde el cuerpo. 

No sabía que los gringos nos habían figurado como maquila… real, maquila epistémica, maquila artística. El puff y el Adderall, las patentes y otras muchas artes de exquisito diseño se quedaron allá, del otro lado de las láminas. 

Y luego se fue Carlos Salinas mientras mi madre siguió creyendo que trabajar aquí era trabajar con las manos y no con la cabeza, nunca con el corazón. Pero a mí no me importaba nada de eso. Estaba sediento de Cartoon Network y Freakazoid!, de Ren & Stimpy.  De la masturbarción con soundtrack de doblajes argentinos en Golden Choice, de llorar con los MTV Video Music Awards. 

Nadie esperaba que en el futuro yo iba a conocer a un norteamericano muy guapo y que si me hubieran dejado ver más capítulos de La vida moderna de Rocko…que si… bueno, eso no pasó… porque….pues, amor prohibido.

2. Si la vida fuera una caja
de bombones y chocolates… 

Lo que sí pasó fue que otros mexicanos vieron horas indecibles de Nickelodeon, Cartoon Network y MTVLA, así como a Forrest Gump9 doblado al español latino, película de dos horas y media que fácil se extendía a siete gracias al sinfín de anuncios comerciales intrínsecos a la televisión mexicana. Así los domingos que se iban volando cobijaron nuestra primera probadita del Nuevo Primer Mundo: sus chistes, sus dramas, sus aspiraciones y también sus nostalgias. Esto último fundamental a la hora de percatarse, tras 23 años de una riesgosa relación romántica, que junto con la historia de Forrest ¡también importamos sus recuerdos! 

Repentinamente todo eso que le pasó a Tom Hanks y no se vivió en México se hizo de nosotros.     

Mientras las tragedias de América (el país, no el continente) eran nuestras tragedias, nosotros éramos dignos socios comerciales porque entendimos que ellos, los buenos, habían combatido al comunismo en Vietnam mientras inventaron el rock y la smiley face.  La navidá se llenó de lucecitas y nieve singular, una nieve que no cae ni en el D.F., ni en Veracruz, ni en Oaxaca, ni en Guanajuato, ni en la Baja. 

Y es que si bien la apertura de la economía nacional no se tradujo en una igualación climática, ni en una nivelación del bienestar material, sí lo hizo en un nivel estético-afectivo10 porque la apertura fue también cultural. Y esto, claro, empezó como una estrategia de marketing, de imagen y representación como proyecto civilizatorio. Una estrategia cuya punta de lanza fue una exposición que se llamó México: esplendor de treinta siglos. El arte siempre a la vanguardia. En este caso, a la vanguardia de la desnacionalización. 

Esa muestra fue el primer gran esfuerzo por ofrecer una imagen positiva de México ante el mundo para hacernos atractivos para el mercado global. De hecho, fue el primer proyecto de este tipo, con carácter supra diplomático, en el que la iniciativa privada mexicana tuvo un papel preponderante: ¡el proyecto mismo fue ideado por Emilio Azcárraga papi! Y como todo lo que hacía El tigre, el proyecto fue un éxito que se tradujo en la “toma de Nueva York por parte de artistas, obras, mecenas y funcionarios mexicanos11 los días previos a su inauguración el 10 de octubre de 1990. Esta “toma” la recuerda de la siguiente manera el otrora secretario del Gabinete de Política Exterior, Jorge Alberto Lozoya: 

El presidente Carlos Salinas garantizó una absoluta apertura en términos ideológicos y culturales. No hubo la más mínima propaganda o intento de trazar una línea discursiva. ¿Por qué? Porque lo que queríamos era que los norteamericanos nos vieran como futuros y dignos socios, no como una sociedad “mariachera” y emocionalmente lejana. Queríamos que conocieran nuestras contradicciones, nuestra vanguardia, nuestra rebelión, nuestra diversidad; por eso se tuvo un impacto colosal. Llevamos desde lo clásico hasta el rompe y rasga, porque para todo hay público en una sociedad democrática; lo mismo estábamos en los agujeros punk de las tres de la mañana que en el mágico Museo Metropolitano de Nueva York. Astrid Haddad fue ovacionada en los antros afterhours y Octavio Paz conmovió a la Universidad de Columbia. Debo destacar que contamos con el apoyo total del gobierno de Estados Unidos y el entusiasmo contagiante del presidente Bush padre y de su señora. Por eso digo que como modelo está difícil de repetir.12

Pero, ¿cómo es eso de una cultura “mariachera” y emocionalmente distante? Se me ocurre un ejemplo para los bebés que leen esto: mis padres nunca escucharon Have you ever seen the rain? de Creedence Clearwater Revival o Black magic woman de Santana. Ellos bailaron Mujer de magia negra y ¿Alguna vez has visto caer la lluvia? de los Cridens. En los ‘70s el inglés era hegemonía yankee por naturaleza. Tanto así que un gran éxito del rock mexicano en el ‘84, Triste canción del Tri, es una copia de Like a hurricane de Neil Young, pero nadie se dio cuenta. 

Mis papás eran mariacheros y emocionalmente distantes, no como yo y los mexicanos de mi generación. Para nosotros el inglés es cotidiano, casi local. El esplendor de treinta siglos era la promesa de que los mexicanos podríamos llegar a ser así como somos hoy en día. No más muralismo ni neomexicanismo, no más Indio Fernández, no más Chavo del Ocho

No más patronazgo soviético-francés ni latinoamericanismo pro-castrista. La cortina de nopal13 había caído. La nación estaba ahora abierta al globo, al mercado mundial. 

Y, como para poder convencer a Bush Daddy y luego a Clinton esposo de que México estaba listo para ser parte de Norteamérica, Carlos Salinas tuvo que meterle botox al cliché, darle inicio a la espiral mágico realista del arte oficial noventero.  Dicho de otro modo: hacia el interior del país el discurso puente del salinato se basó en un nacionalismo que trataba de convencer, a los escépticos y críticos del cambio, de que el Tratado era una cuestión de seguridad y salvaguarda de la nación. Se confiaba en que “muchos siglos de vigor cultural mantendrían la autonomía de México cuando éste ascendiera al bloque del primer mundo con el TLCAN. No había que temer que la integración debilitara la identidad nacional porque el legado cultural era tan indestructible como los templos aztecas.”14 

El valor de uso de un templo azteca no sería sometido por el valor del dólar. No, my darling, no tan pronto.  Lo que hubo fue mucha colección particular que se convirtió en museo y muchos museos que adoptaron estrategias mercantiles. Televisa, por ejemplo, entrándole a las exposiciones de Bellas Artes y creando el Centro Cultural de Arte Contemporáneo en 1987, que auspició magnos eventos y exposiciones de talla internacional pero orientados a lo gringo. Los antecedentes de las actuales colecciones de Jumex y Femsa. 

Of course, es cierto, hoy hay ruinas prehispánicas que han funcionado como decoraciones para conciertos de Björk. El esplendor sigue. Y sigue. 

Y ya curioseando en términos estéticos rigurosos, hubo también nuevas golosinas y otros usos y visualidades fosforescentes cuyos nombres son difíciles de pronunciar para la generación de mis papás y mis mamás. Mentira. Todos podíamos pronunciar “caja de bombones” porque un estudio de doblaje en Los Ángeles decidió que las “cajas de chocolate”, lo que literalmente dice Forrest en inglés, no eran asequibles para los que veíamos el Canal 5. Por eso se podría decir que los dulces De la Rosa también sobrevivieron al Internet.15

Ahora está claro que el mundo noventero estaba plagado de artesanías de plástico de 5 de mayo, con sombreros y sarapes y condones de más plástico que eran las artes de fantasía de mi ex-novio, lo reconozca o no. Para finales de los ‘90, de las 1150 empresas paraestatales que existían en México, solo 440 quedaron en manos del gobierno mexicano, o bien, las acciones de marcas mexicanas fueron pasando gradualmente al bolsillo de trasnacionales16. Y no es que extrañe la leche radioactiva de la Conasupo17, pero hay que reconocer que al arte mexicano le ocurrió algo similar: se vio atrapado en una crisis de representación de la que muy probablemente no ha sabido –o no ha querido– salir. 

Típico de toda crisis y goce capitalista. Si antes la literatura, el cine y las artes plásticas podían justificar recursos al amparo de la identidad estatal-nacional, a la que representaron y utilizaron como mecanismo de cohesión social posrevolucionaria, ahora dependían de los deliciosos caprichos de la inversión privada. ¿Qué podrían representar entonces? 

Y claro está, no es que el patronazgo estatal hubiera cesado, lo que hizo fue transformarse —con la conformación en 1989 del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes— en el hoy célebre Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.18 En términos prácticos, se trajo la muerte de la pintura como medio expresivo de la mexicanidad y su reemplazo por el perfomance y el ready-made poscoloniales, transeccionales y todo eso. Es bien sabido: el gran relato nuestroamericano y la gesta revolucionaria institucionalizada cedieron su lugar a una producción orientada a lo espacial, el cuerpo, lo cotidiano, y poco a poco, la mercancía. 

Quizás el mejor corolario de este proceso es el Oroxxo, sobre el cual un grupo de nafltálgicos escribió en esta misma revista. (Véase aquí mismo: Sentir OXXO / Una revisión del uso de la tienda en la producción visual en México

En fin, cuando mi mamá me apagó la tele, me desconectó el módem y me mandó a trabajar como ella sabía, a sacar algo de provecho, yo me puse a dibujar los monos que ya no podía ver en la pantalla. Y dibujé.  Dibujé y terminé en una escuela de arte en la Ciudad de México fundada por güeyes que habían participado activamente en la post-nacionalización del arte mexicano y que se habían logrado colar en el mercado global del arte. Por si no lo habían adivinado, les confieso: ahí conocí a mi ex-novio. También vi cosas muy extrañas.  

Me di cuenta de que era un tardío subproducto interno bruto más del NAFTA, no como otros artistas ni como mi ex-novio creía. 

¿Por qué tal o cual profesor había ido a estudiar arte a EUA si era mexicano, si era el año 90-91-92-93 o si el dólar estaba a treinta y tantos pesos y no había ni becas, ni premios? Me arrepentí de dejar las pinches clases del Inglés sin barreras porque pude, como otros, haber entrado en el arte contemporáneo por la rendija, por el traspatio, o por esa puerta que algún borracho dejó abierta. Ahora que lo pienso, seguro por eso mi ex-novio me confundió con un gringo, pues estaba en el mismo lugar donde había muchos mexicanos gringos borrachos. Pero aún así no lo culpo a él sino a su puto país asqueroso de güeros de mierda nalgas miadas. 

Ya les dije que estaba ardido y sí, me vuelvo a arder cuando me acuerdo de él porque despierta la Malinche que llevo dentro.  A menos que… ¿y si la vida fuera una perra caja de bombones de chocolate? ¿Y si la vida fuera…? 

Pero no es así.

En realidad, mi escuela, mi canon, mi chante, mi origen mítico es una consecuencia más del NAFTA, mi corazón es la materialización misma del flujo de capitales y dulces y basura y amores y cuanta madre más la integración de México a Norteamérica propició. Por eso resultan un tanto bizarros y sospechosamente populares los proyectos educativos de inversión mixta y los centros de networking con un toque de inclusión y autocensura izquierdista políticamente política, donde hasta el frijolito más prieto tiene un espacio para exponer, ponerse pedo y enamorarse. 

A ver, pensémosle, ¿cómo no querer estar en una escuela como la mía si aquellos artistas y críticos noventeros, que hoy tenemos como maestros, en su momento “encarnaron la transición de una reflexión sobre las promesas rotas de la modernidad”19 y en el mismo movimiento entraron de cabeza en la globalización? Sus epistemes eran globales, sus viajes y su formación. Subjetividades que prefiguraron y acuñaron el sentir de mi generación. Lograron dominar lo que Gerardo Mosquera llama el esperanto del arte global, lo que quizá aprendieron gracias a la concentración de artistas extranjeros en el DF, caminando la ciudad, recogiendo cosas y produciendo mil figuras retóricas sobre lo urbano.  Sin faltar su comentario sobre las jodidez del Tercer mundo, claro.  

Gracias a ese aprendizaje hoy le dan la vuelta al mundo en un mes, exponiendo y dando charlas sobre su trabajo para el mismo público en lugares distintos: artistas empresarios en un pisa y corre, un maratón, el “me la pelan las fronteras” que hoy todos aspiramos a lograr. 

O sea, a lo que realmente nos referimos con arte noventero es al tipo de producir, exhibir y poner a circular el arte-fruto del TLCAN que bien podría denominarse arte telecanista. 

Parecería, sin embargo, que es desde la literatura y no las artes visuales que se sugiere la NAFTAlgia —como estructura del sentir— en la producción cultural contemporánea en México.  En lo que Hugo García Manriquez titula, El Anti-Humbolt o Una lectura del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, desde Oakland, California.  

Un poema —de título sutil— que implica una técnica donde “en lugar de escribir como poeta,” se busca “leer como uno” para “crear huecos, pausas, agujeros, limbos (…)” y montar “un acto de escucha al interior de un acto de escritura” y permitir otra crítica a la economía política —más interesante, por materialista y poética— que se aleja del dogmatismo de partido o la fácil prescripción en la que caen muchos comentaristas al señalar como nuevo liberalismo todo lo “malo” del sistema. 

El Anti-Humbolt le hace un psicoanálisis al NAFTA, lo suspende y aprovecha para abrir la posibilidad de percibir lo que el texto desea: su economía política, la libido que los monetaristas trataron de reprimir.  Permite que se asome esa voz fundamental que pide privilegiar la oferta sobre la demanda o que recalca un dime de qué presumes y te diré de qué careces que acontece como movimientos migratorios en el documento mismo.  Recalca inconmensurabilidad, pues los textos en español, francés e inglés de este Tratado son igualmente auténticos.  

3. Promesas NAFTÁlgicas y mi ex-

En todo caso, yo pregunto por mis promesas rotas.  Las de mi amor gringo prohibido, las promesas de poder vivir en California y venir a pasar las navidades a León, el día de muertos a Oaxaca, el verano en Veracruz y todos los fines de semana irnos Tijuana o al DF. Promesas tan vacías como las de un arte global en un tiempo como este, en el que ya se habla del “fin de la globalización” y el ascenso del populismo, de la crisis de las integraciones regionales como la Unión Europea o el NAFTA mismo con su respectivo reordenamiento geopolítico. 

Y pues córrele que ahí viene Putin…lo trae alguien escondido en su toupé.

Y ya, lo digo porque es cierto: la última vez que vi a ese güey, a mi ex-gringo, me dijo que nunca había sentido un vacío tan grande como cuando cortamos.  Pero que esa sensación fue superada rápidamente por la noticia del triunfo de Donald Trump, pues a pesar de lo sexy que podemos ser los bad hombres, yo creo que en el fondo le atemoriza que el paquete no sea tan great como pensaba. No sé si él esté pasando por una de esas crisis de masculinidad, o si soy yo que temo dejar mi identidad para volverme chino o un pinche indio alzado del sureste de México. 

Y no es que sea racista, my friend, pero mi relación duró 23 años. Se dice tan fácil como en esas películas donde el protagonista aprende una profunda lección de vida, pero, al final, esta historia puede tratarse más de cómo aprender a vivir con las nuevas cosas que dejar que las cosas viejas se vayan...¿o cómo era? Tal vez mi NAFTAlgia tiene su origen ya no en un mítico pasado sino en un “instante de peligro.”

Lo sabía Forrest, lo sabían Rocko y Selena: la imagen-relámpago que nos hacemos de nosotros mismos para no perecer en el olvido. 

O tal vez, sencillamente, me implantaron una idea genial en el lóbulo adecuado, como en la película Inception (El Origen), y ninguno de mis bellos recuerdos binacionales existieron, y por eso creo reconocer a Santa Claus en la trilogía de Mi pobre angelito (Home alone II) y por eso mismo creo reconocer a Duchamp en todo objeto artístico. Entonces mi NAFTAlgia se revela como una falsa importación de recuerdos sin aranceles ni proteccionismos, una exportación e importación más peligrosa que la amapola de la sierra de Guerrero o Sinaloa o incluso el cobre canadiense. Una importación de recuerdos no vividos acaso, una ampliación de la memoria mientras Rosi, mi madre, hacía el aseo. 

Estas sospechas han crecido en mi ser conforme Trump hace sus desmanes y mi novio guarda silencio. Ahora pienso que ambos forman parte de la misma conspiración junto con Internet e Inglés sin barreras, pues, mientras para ellos se trata de un Agreement (North America Free Trade Agreement) o un acuerdo revocable, para México se trata de un Tratado que simplemente se firma y se cumple si no quieres ser castigado (TLCAN).20 

Siempre le decía que los doblajes eran importantes. Me pregunto si hay empresarios en México con las mismas angustias y alucinaciones que yo: quiero saber si algunos tuvieron un amor de esta calaña.

¡Vaya! El pasado lunes 17 de julio la Oficina del Representante de Comercio de los EU publicó los objetivos de la renegociación del TLCAN y poco después declaró que se llevará a cabo 16 a 20 de agosto. Como indicó un analista de Bloomberg, “Un anuncio unilateral después de una lista de demandas unilateral”.21 Un documento explícito: no deben tocarse tarifas, aranceles, cuotas y cupos para bienes industriales y agrícolas sino actualizarse reglas de contenido de origen e incorporar nuevos capítulos (e.g. comercio electrónico, energía y servicios financieros) y acuerdos paralelos.22 

De esa manera, aparte del énfasis en medidas anti-corrupción y anti-piratería, el contenido es poco novedoso. El chiste es que de este lado del muro, que ya existe parcialmente pero es de lámina y no de hormigón, estamos preocupados y desorganizados ¿será que con las modificaciones al comercio electrónico me arresten por ver peliculaschingonas.com o descargar el Photoshop de piratebay? ¿Y si ya no hay más que Netflix y me van a cobrar para ver la segunda temporada de Stranger Things? La piratería después del fin del Internet, tan esencial para nuestra industria cultural realmente existente, irá conociendo, entonces, al Mr. grave peligro.

La sensibilidad que viene con la renegociación del NAFTA aprueba la intervención o distorsión de mercado por el gobierno de Estados Unidos y el ajuste del déficit comercial con los otros países del Tratado. Por ello, EUA podrá intervenir cuando se vulnere la seguridad nacional, las medidas necesarias para proteger la moral, el orden y la seguridad públicas, la protección de la vida y la salud humana, animal y vegetal y la protección de la propiedad intelectual. 

Y aún así, no se me quitan las ganas de preguntar, ¿cuál será la fachada del próximo muchachito que se va agenciar el hunk de mi ex-novio? 

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*Arte y Trabajo BWEPS es un grupo de estudios multidisciplinario de Biquini Wax EPS para analizar el arte contemporáneo bajo el modo de producción capitalista conformado por Alejandro Gómez Arias, Bernardo Núñez Magdaleno, Gustavo Cruz, Roselin Espinosa, Mauricio Andrade y Daniel Aguilar Ruvalcaba.

** Todas las imágenes que se incluyen en el texto han sido creadas por Israel Urmeer.

Notas

1 Globalifóbicos es un término peyorativo acuñado por el Dr. Ernesto Zedillo Ponce de León (ex presidente de México) y usado por los mass media para referirse a aquellos activistas que, provenientes de diferentes ideologías, coinciden en la crítica social al proceso de globalización económica. La autodenominación correcta fue altermundismo en tanto movimiento social heterogéneo que prioriza valores sociales y ambientales, en oposición al mercantilismo y financierismo económico. El nombre “altermundismo” proviene precisamente del lema zapatista Otro mundo es posible.

2 Raza de perro endémica de México. 

3 Referencia a la canción de la cantante mexicoestadunidense Selena, da título a todo el álbum, que además fue el último que publicó antes de morir. Alcanzó el éxito en ambos países en 1993 y se convirtió en el disco latino mejor vendido de todos los tiempos en EU, según la revista People en español. Escùchala aquí

4 Santa Anna fue un presidente de México que ocupó seis veces el poder, instaurado finalmente como dictador vitalicio con el tratamiento de Alteza Serenísima. Participó en todas las diferentes facciones políticas de su época, por lo que se le considera un mercenario político. Es recordado popularmente como un vendepatrias. En 1846 comandó al ejército mexicano en la guerra contra los Estados Unidos, la cual perdió por una marcada diferencia de armamento entre los ejércitos. Exiliado Santa Anna, el Congreso firmó el Tratado de Guadalupe Hidalgo por el que México perdió más de la mitad de su territorio, los estados de Alta California y Nuevo México (hoy California, Arizona, Nevada, Colorado, Utah y parte de Wyoming) a favor de los Estados Unidos, que se comprometió a pagar una indemnización de 15 millones de dólares a México por esos territorios.

5 Memín Pinguín es una mítica historieta mexicana de los años cincuenta sobre un travieso niño de presunta afrodescendencia. Se dice que llegó a ser tan popular que el Ministro de Educación de Filipinas lo recomendaba como libro de texto en las escuelas, y eso que aún no había globalización o lo que haga sus veces.

6 Infinitum es el nombre de servicio de acceso a internet que ofrece Telmex, perteneciente a América Móvil compañía del mexicano Carlos Slim: el hombre más rico de América Latina y el número seis de las lista de multimillonarios de Forbes 2017. El slogan es: “Para que navegues... ¡EN INFINITUM!”

7 Así se le conoce a la crisis que sucedió en diciembre de 1994 en México, cuando el peso se depreció a la mitad, el PIB perdió un 7%, la inflación se triplicó y desaparecieron  un millón de empleos. Irónicamente, aunque esto demostraba que México realmente no estaba listo para ser un socio que pudiera negociar en igualdad de condiciones con USA o Canadá, la “rápida” recuperación ha sido adjudicada por los economistas al acceso al mercado global, así como a lo atractivo que se hizo, para los norteamericanos, invertir en un país con una moneda tan barata. 

8 Por sus siglas PYME: Pequeña Y Mediana Empresa. Antes se llamaban pequeño burgueses.

9 Forrest Gump se estrenó en el año 1994 a nivel mundial, coincidiendo con la entrada en vigor del NAFTA o TLCAN.

10 La integración cultural a América del norte ha sido larga. Carlos Monsiváis hablaba ya de gringos nacidos en México para referirse a todos los hippies y gente de Avándaro. Pero esta asimilación aún debía pasar por un fuerte proceso de traducción, algo muy distinto para nosotros cuya adicción fue, antes que audiovisual, oral, porque nos metimos en la boca el Snickers, el Crazy dips, el Bubble jug o los Nerd’s —que vinieron a darle en la madre a los dulces con chile—. En cuanto a juguetes: los Furbies, el Super Nintendo, el Micro machines, los Trolls, los Migthy Max, los Power Rangers, y demás androides grunge en esteroides.

11 Irene Herner, 30 siglos de arte mexicano. Disponible en: http://www.nexos.com.mx/?p=6024

12 Carlos Villanueva, Cooperación y diplomacia cultural: experiencias y travesías. Entrevista al embajador Jorge Alberto Lozoya, Revista Mexicana de Política Exterior 85, disponible en: <https://revistadigital.sre.gob.mx/index.php/numeros-anteriores/116-rmpe85> 

13 Término que se atribuye al pintor recientemente fallecido José Luis Cuevas y que acuñó en contra de la Escuela Mexicana de Pintura, aka El Muralismo,  y del nacionalismo mexicano y latinoamericano en general.

José Luis Cuevas, "La cortina de nopal." In Ruptura, 84-91. Mexico City: Museo Carrillo Gil, 1988.

14 George Yúdice, “Políticas culturales” en Diccionario de estudios culturales latinoamericanos, Siglo XXI, 2009, p. 218. La voz lapidaria de Paz por entonces resolvió que la exposición conciliaba la “otredad” del pasado mexicano con el futuro de su modernidad (Octavio Paz, “The Power of Ancient Mexican Art”, New York Review of Books, 6 de diciembre de 1990, p. 182).

15 Una marca de dulces tradiconales mexicanos que, si bien se venden hasta en los OXXOs, aún conservan cierto sabor nacionalista.

16 Véase: Néstor García Canclini, (comp.). Culturas en globalización : América Latina - Europa - Estados Unidos: libre comercio e integración, Caracas, Clacso, 1996, p. 20.

17 En 1986 el accidente nuclear en Chernobyl, Ucrania, generó una enorme nube radioactiva que contaminó parte del ganado irlandés de cuya industria México importaba leche en polvo desde los 70. A pesar de la alerta internacional, el gobierno encabezado entonces por Miguel de la Madrid siguió adquiriendo, quizá ya regaladas, toneladas de este maléfico polvo.

18 Véase: Daniel Montero, El cubo de rubik, arte mexicano en los años 90, Jumex-RM, Ciudad de México, 2013.

19Irmgard Emmelhainz, “Algunas consideraciones sobre el arte en México en las décadas de 1990 y 2000”, en: Kamchatka. Revista de análisis cultural, No. 7, Junio 2016, pp. 281-305. 

20 De esto hace mención el escritor Fran Ilich en su libro Otra Narrativa es Posible, Imaginación política en la era del poder, Recovecos-CCEBA, 2011.

21 https://www.bloomberg.com/news/articles/2017-07-19/date-for-nafta-talks-is-said-to-be-released-as-soon-as-wednesday

22 Disponible en: https://ustr.gov/sites/default/files/files/Press/Releases/NAFTAObjectives.pdf